Por la reforma de la ley electoral
El próximo 20-N se va a verificar otra vez más una de esas extrañas paradojas del sistema electoral español. Veremos a la izquierda española encarnada en IU obtener previsiblemente un total de 1.500.000 votos en todas las provincias españolas que puede que de nuevo le reporten tan solo dos diputados (como en la legislatura que ahora acaba). Así castiga el sistema electoral español a una formación política que siempre ha sido respetuosa con la Constitución y el sistema y las reglas de juego vigentes.
Por otro lado, veremos cómo la izquierda vasca encarnada en Bildu cosechará tan solo 300.000 votos en cuatro provincias que, sin embargo, le reportarán hasta ocho diputados. Así premia el sistema electoral español a una formación política cuyos orígenes, trayectoria, ideología y componentes todos conocemos, porque por más que se hayan cambiado el nombre todos sabemos que son los mismos de siempre. La derecha quiere hacernos creer que esto es por culpa del Tribunal Constitucional al haber otorgado carta de legalidad a la actual denominación de la izquierda abertzale, pero todos sabemos también que este peculiar reparto de votos y escaños es el fruto amargo de una Ley Electoral pactada con enorme cortedad de miras por los dos partidos mayoritarios, el PP y el PSOE, no porque fuera lo más justo, sino porque era lo que más les convenía. Un millón y medio de votos, dos diputados, y 300.000 votos (cinco veces menos), ocho diputados (cuatro veces más). Así se compone el Parlamento español. ¿No es injusto, no es absurdo? ¿Cuántos 15-M van a hacer falta para cambiar esto?
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