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Crítica:FERIA DE MÁLAGA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fin salvífico de la música

Antonio Lorca

Gracias a la música son soportables algunas -muchas- corridas de toros. La celebrada ayer en Málaga, por ejemplo, llevaba todas las trazas de un martirio si a la excelente banda Miraflores no le da por amenizar caricaturas de faenas. Claro que tal asunto debe ser aclarado: la música debe acompañar una buena labor de capote y muleta, y lo que ocurrió en este caso es que la notas musicales nos salvaron a todos de la quema, nos despertaron del letargo y del más inquietante sopor en el que se convirtió esta sexta corrida en la que se anunciaban toros de La Palmosilla, con dos añadidos de Salvador Domecq y un sobrero de El Torero.

Se anunciaban toros, pero salieron burras. Vamos, que lo que se vio ayer en La Malagueta fue un desfile de asnos, de justa presencia todos, bonitas hechuras, pero de comportamiento de animal de carga y no de bravura y nobleza. Ocurrió en esta plaza, pero no es noticia, porque hace tiempo que es costumbre en toda la geografía taurina. El campo está lleno de burras donde algún día hubo toros. Y, al final, sucede lo inevitable: que la gente se desanima, se aburre y muchos dormitan. Y, entonces, solo entonces, arrancan las notas musicales de la banda que te elevan al cielo y te hacen olvidar el mal rato. "Pero hemos venido a ver toros, y no a escuchar un concierto", argumenta el vecino; y tiene razón, maldita razón ante tamaña farsa como la que se desarrolla en el ruedo.

LA PALMOSILLA / PAQUIRI, EL FANDI, LUQUE

Cuatro toros de La Palmosilla, -el primero, devuelto-; primero y segundo, de Salvador Domecq, todos justos de presentación, mansos y sosos; sobrero de El Torero, lidiado en cuarto lugar, bravucón y noble.

Rivera Ordóñez Paquirri: dos pinchazos y casi entera (silencio); pinchazo, casi entera y descabello (ovación).

El Fandi: estocada tendida (silencio); pinchazo y bajonazo (silencio).

Daniel Luque: casi entera trasera y dos descabellos (silencio); estocada (oreja).

Plaza de la Malagueta. 16 de agosto. Quinta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Lo que se vio ayer en plaza de La Malagueta fue un desfile de asnos
La que salvó la aburrida tarde fue la excelente banda de música Miraflores

Aunque pueda parecer extraño, hubo tres toreros en el redondel; bueno, hubo tres señores vestidos de luces: Rivera Ordóñez, que ahora responde al apelativo de Paquirri, El Fandi y Luque, tristones hombres, contagiados, los dos primeros más que el otro, de la sosería de los supuestos toros.

Tal es el caso de Paquirri, un torero experimentado, con sobrado oficio, al que el tiempo no parece haberle hecho favor alguno. Pertenece a la historia aquel joven torero de raza de sus primeros años, transfigurado hoy en un torero decadente, cansado y desilusionado. Capotea con apabullante desgana, puso banderillas a su primero con solvencia -arriesgado y comprometido el tercer par, en el que los muslos estuvieron a merced del toro-, y maneja la muleta con desapego, abuso del pico, sin alma, sin gustarse ni sentirse. Al menos, es la impresión que desprende. Más aseado se mostró ante el cuarto, más repetidor que el resto, pero a toda su labor le faltó gracia, ceñimiento y templanza.

No fue mejor la tarde del siempre animoso Fandi. Una mala tarde la tiene cualquiera. Y la de ayer fue oscura, sin pies ni cabeza, sin toro adecuado ni torero con ideas. Banderilleó de manera desigual, aunque también se le aplauden los pares colocados a toro pasado, manejó el capote con las prisas habituales, y evidenció graves carencias con la muleta. Nobles y sosos los dos que le tocaron en suerte, se mostró inseguro y torpe; se movió en demasía, las zapatillas en un baile constante, en tandas todas muy cortas e insulsas. Mientras El Fandi trapaceaba con la muleta en su primero, hubo un momento de tal tristeza y sopor que solo la habilidad del director de la banda evitó la noticia del año: una plaza completamente anestesiada por el aburrimiento. No mejoró el asunto en el quinto, una burra en toda regla, con el que el torero abrevió, lo que sirvió de general descontento para sus partidarios y de alegría incontenida para el resto.

Al final, el afortunado fue Daniel Luque; bien es verdad, no obstante, que, de entrada, se le vio con más nervio y ganas de pelea que a sus compañeros, pero su primer asno, con carita de enfermo o borracho y al que le costaba un mundo mantener la verticalidad, no se lo puso fácil. Se lució con el capote, y se puso pesado en el tercio final por sus deseos de agradar cuando aquello no tenía salvación. Mejor en el sexto, aunque no para oreja. Habilidoso, acelerado, sin reposo ni regusto, pero muy voluntarioso ante un animal que iba y venía sin gracia alguna. El público pidió una oreja facilota para salvar la tarde; pero todos olvidaron que la que salvó la tarde de verdad fue la banda de música. Una vez más, la música salvadora...

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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