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Reportaje:Bestiario estival

Tierra de dragones

Esta bestia es el miembro más común de toda la fauna urbana en Barcelona

Las calles de Barcelona siempre han contado con una rica iconografía animal. Algunas piezas de esta exposición al aire libre están escondidas y ocultas al ojo apresurado; otras han despertado tradiciones y se han convertido en parte de la historia pequeña. Tocar el caparazón de la tortuga que hay en el buzón de la casa de l'Ardiaca, sentarse en los leones del monumento a Colón o fotografiarse junto al gato de Botero han devenido gestos y actitudes que compartimos tanto los barceloneses como los turistas que acuden a visitarnos. La lista de animales es larga y abarca todos los distritos por igual. Sin embargo, aquel que se repite y se repite en nuestro paisaje es de una especie legendaria y fabulosa, que no existe en parte alguna del planeta. Por encima de tortugas, aves, peces o elefantes, el miembro más común de esta fauna urbana son los dragones.

¿Qué tiene el dragón para fascinar de este modo a una ciudad tan pragmática como la nuestra?
Es rico en simbolismos medievales y alquímicos, propio de una aristocracia guerrera y literata

Hace unos meses, el fotógrafo Josep Martínez publicó un libro delicioso titulado Drakcelona (Arola, 2011). En él se recogen casi 400 de estas fieras, cuyas imágenes nos llevan de paseo por la Edad Media, pasando por el modernismo y por el diseño más vanguardista y funcional. Dragones que nos cuentan la historia del caballero Soler de Vilardell -el antiguo héroe local encargado de matar al monstruo de Sant Celoni-, que aparece esculpido en la puerta de Sant Iu de la catedral. Dragones que toman toda clase de formas y tamaños en compañía de san Jorge, patrón de la ciudad, o que adornan el casco del rey Jaume I (aunque en la estatua que tiene dedicada en la fachada del ayuntamiento lleve una corona dorada). Dragones cuyo lomo se metamorfosea en el tejado de la casa Batlló de Antoni Gaudí, en el paseo de Gràcia. Dragones por los que se deslizan juguetones los niños, como en el tobogán de acero en el parque de la Espanya Industrial. Puede aparecer voluptuosamente en forma de reja, como en el taller Balaciart, en la avenida de Pi i Margall. Puede asomar desde una escultura de trencadís, como en el parque Güell. O sorprendernos en un adorno de madera, como el de la pastelería Foix de Sarrià, que no es dragón, sino dragona y exhibe orgullosa sus ubres maternales. El dragón como boca de grifo, pie de lámpara, picaporte de puerta o gárgola medieval. ¿Qué tiene esta bestia para fascinar de este modo a una ciudad tan pragmática como la nuestra?

Barcelona ama sus dragones, les ha concedido un rango especial, los ha sentado en sus edificios más emblemáticos y les ha dado carta de naturaleza. El dragón barcelonés es rico en simbolismos medievales y alquímicos, propio de una aristocracia mitad guerrera y mitad literata. Es un ser de las aguas, de los manantiales y de la abundancia; un ser alado que viaja veloz como el comercio; un ser del submundo, de las profundidades y las minas que guarda un tesoro; un ser del fuego, que forja riquezas y lanza llamas por la boca. No es casual que los tres grandes periodos en que el dragón ha reinado sobre los edificios de Barcelona coincidan con momentos de esplendor para la ciudad: la corte condal, el ascenso de la burguesía y finales del siglo XX.

Esta es la bestia que da nombre al castillo de los tres Dragones, en la Ciutadella; la obra de Domènech i Montaner convertida en parte central de la famosa Exposición Universal de 1888. Es también el reverso, el antípoda del huevo bailarín del Corpus en la famosa fuente de Sant Jordi, situada en el claustro de la catedral. Es el tirador de la puerta que da al Pati dels Tarongers, en la sede de la Generalitat. La fiera elegida para guardar el patio del ayuntamiento, desde las alturas, o para proteger la fachada del edificio de Aduanas, frente a las Drassanes. Incluso hay uno que sirvió para vender paraguas, como el que aún decora la esquina de la casa Bruno Quadros de la Rambla.

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Tras tantos años transcurridos no parece que los dragones vayan a perder su condición de iconos. Resulta una criatura tan autóctona que igual aparece en los correfocs como bestia de fuego, que bautiza al equipo de futbol americano más conocido de la ciudad -los Barcelona Dragons-, o titula el cuaderno de Batman que transcurre aquí como El caballero del dragón. Su nombre aparece en varios restaurantes chinos, y esta comunidad lo saca en procesión al celebrar su año nuevo, como símbolo de la buena fortuna. Ojalá eso signifique un nuevo periodo de abundancia para Barcelona.

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