Manuel Moreno Junquera: Jerez amanece 'moraíto'
El pasado miércoles se nos fue la esencia última del toque gitano. Siempre lo fue, desde pequeño, acreditado por el apodo de sus mayores, Los Moraos, que hicieron del compás del jerezano barrio de Santiago un reducto alzado en el que todavía reina "el ritmo de la sangre".
Manuel, Moraíto Chico, con su pelo a churos, la piel atezada y sus gafitas de anacrónico mozo de botica, representará para siempre una parte de los postulados de la más honda pulsación gitana. Su guitarra es ya la reencarnación sonora de los acentos más nobles del flamenco.
Manuel, Moraíto Chico, tenía el toque nazareno y mortal, tocaba crepuscular y oscuro, como los sonidos que salían de las fraguas y de las gañanías jerezanas, urdidos en las tripas de los hombres y mujeres que se criaron allá abajo, en la Baja Andalucía.
Manuel, Moraíto Chico, era también uno de los pocos gitanos que hacía crucigramas -siempre nos reíamos de ese don fortuito- y, de vez en vez, jugaba algunos hoyos al golf, eso sí, pertrechado de su correspondiente petaca de whisky y de su más que dudosa pericia en esas lides.
A Manuel, ahora que en mala hora ha cambiado de barrio no se sabe por cuánto tiempo, también se le recordará por su bonhomía. Todos queremos a Manuel y en nuestra memoria vive la voz bronca y melancólica de un gitano güeno, que se dio a todo el mundo con la misma generosidad con la que tocaba para acompañar el cante de sus más insignes vecinos y amigos, algunos de ellos cantaores de capital importancia para entender una buena parte de la última historia del flamenco.
Manuel, Moraíto Chico, que en mala hora ha cambiado de barrio no se sabe por cuánto tiempo, siempre nos acompañará en este, porque nos ha dejado el eco de su bajandí desparramado por los esquinazos soleados de la Calle Nueva. Estamos seguros de que su toque nunca emigrará de aquellas geografías que le vieron crecer. Y es que estos días Jerez amanece moraíto.
Pedro Atienza es escritor y periodista. Vicente Soto, Sordera, es cantaor.
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