La huella del hereje
Narrativa. En Tiernos y traidores hay dos versos del poeta chileno Jorge Teillier: "Nieva y todos en la ciudad / quisieran cambiar de nombre". Esa austera tristeza del poema servía para definir el tono de esa novela. Teillier ha escrito a veces poemas sobre amantes dolientes o traicionados por alguna pena incurable, y cualquier verso suyo viene bien para anunciar a los lectores el clima emocional de lo que está a punto de leer. Tal vez por ello, Susana Fortes echó mano de su obra. Antes, en Querido Corto Maltés (1994), la narradora gallega había demostrado sus dotes para maniobrar entre la literatura popular y sacar de ahí un buen ejemplo de narrativa prometedora. Luego vino Las cenizas de la Bounty (1898), un libro mejor ideado que definido, con personajes de aire sublime pero demasiado descompensados para resultar recordables. No obstante, había en él una manera de tratar la materia humana con más que probables garantías novelísticas de futuro. El azar de Laura Ulloa (2006) y Esperando a Robert Capa confirmaron todas las buenas expectativas. La huella del hereje es una novela de intriga. Aquí Susana Fortes ni quita ni agrega nada al género. Circunstancia que este crítico le reprocharía, si no fuera porque en su respeto tal vez demasiado estricto con el relato policiaco va incluido un respeto igualmente estricto con las indispensables exigencias literarias fuere cual fuere el género. Evidentemente hay un crimen, el infaltable sospechoso que se resiste a aparecer, un policía sagaz y una joven periodista con un buen olfato. La trama está bien concebida, sin cabos sueltos. Además a la autora le sobra destreza para introducir la historia de la herejía religiosa gallega. Observaciones físicas y descripciones hacen todavía más verosímil la historia. Y como todo buen relato negro, desgrana más de una frase feliz: "Era esa clase de personas que solo comprenden el significado real de las cosas cuando las recuerdan".
La huella del hereje
Susana Fortes
Planeta. Barcelona, 2011
284 páginas. 20 euros
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