¿Qué va a pasar con Donostia?
Han pasado ya dos meses desde que se produjo el "cambio" en el Ayuntamiento donostiarra. Han sido dos meses intensos, en los que a todos nos ha tocado amoldarnos a una situación que pocos esperaban. Ni siquiera Bildu, que se ha encontrado por sorpresa con la responsabilidad de tener que gobernar una ciudad como Donostia, ¡Casi na!
Y lo cierto es que no parecían estar programados para esta tarea. La lentitud inicial a la hora de conformar el Gobierno y organizar el Ayuntamiento así lo indican. Más aún, escuchar la respuesta que Bildu ha institucionalizado a la hora de fijar posición con respecto a la mayoría de los proyectos de la ciudad: "Tenemos que estudiarlo". ¡Como si las cosas empezaran cuando llega Bildu! Ese es un rasgo que deja ver a las claras la impronta de la izquierda abertzale en Bildu, el pensar que la historia empieza con uno mismo. Si algo he aprendido en el PNV es lo equivocada que es esa perspectiva.
Una ciudad es mucho más que el Gobierno municipal de turno
Pero vayamos al grano, porque creo que la pregunta que todos los donostiarras nos hacemos estos días es: ¿Y qué va a pasar ahora? ¿Qué va a pasar con Donostia y las apuestas que la ciudad ha hecho hasta ahora? Creo que frente a mensajes que pretenden generar alarma -una alarma interesada, que lo que pretende es crear una situación propicia para obtener aquello que las urnas no les han otorgado-, se impone el sentido común. Y el sentido común nos dice que esta es una ciudad con apuestas firmes, apuestas que van mucho más allá de lo que pueda opinar un Gobierno municipal en un momento determinado.
Y es que la vocación de ciudad internacional, ciudad abierta, orgullosa de su carácter euskaldun, orientada al turismo, a la cultura y al conocimiento como generador de nuevas oportunidades, no se cambia de la noche a la mañana. Porque una ciudad es mucho más que su Ayuntamiento o el Gobierno municipal de turno; éste último puede optar por impulsar y acompañar o puede simplemente dedicarse a estar y a veces a molestar. El tiempo dirá cuál es el papel que se quiere jugar.
Pero hay otro factor que es determinante en Donostia, aquí y ahora: la composición del pleno. Únicamente ocho concejales apoyan al Gobierno, mientras que 19 formamos parte de la oposición. El último pleno celebrado el 28 de julio fue una muestra de lo que eso supone para el Gobierno, y sobre todo, de lo que puede seguir sucediendo a partir de septiembre.
Y ante esa realidad, quien se autoproclama paladín de la participación y el consenso tiene dos opciones:
La primera, obviar esa realidad y actuar de espaldas a una mayoría que es la que mejor representa la pluralidad del propio pueblo donostiarra. En caso de confirmarse, esta opción tendría consecuencias nefastas, y no sólo en lo que se refiere al funcionamiento del propio Ayuntamiento, sino, sobre todo, porque existiría una gran mayoría de donostiarras que no nos sentiríamos representados ni por el alcalde ni por el Gobierno municipal. Es pronto todavía para saber si será ésta la vía elegida, pero no puedo ocultar mi punto de preocupación conocidos algunos antecedentes y tics de la izquierda abertzale. Antecedentes y tics que durante estos dos meses han sobrevolado ya este Ayuntamiento.
La segunda opción es asumir la situación. Buscar consensos, relativizar y flexibilizar posiciones, pero, sobre todo, comprender que se actúa en representación de toda la ciudad, lo cual exige saber liderar proyectos que pueden, en muchas ocasiones, no ser propios. Seguramente, y aunque pueda parecer mentira, ésta es la más difícil de las dos opciones, y lo es porque supone un gran esfuerzo personal, además de un riesgo: el de contrariar a la propia parroquia.
Esta sería sin lugar a dudas la opción correcta, la que mayor beneficio reportaría a la ciudad, y, por qué no decirlo, también a quien fuera capaz de trabajarla. Esta segunda opción exige un papel activo por parte del propio alcalde, sin cuya decidida implicación no es posible avanzar. También es pronto para saber si se quiere avanzar por esta vía o no, aunque lo cierto es que a medida que se ha ido completando el organigrama del Gobierno municipal se ha producido un atrincheramiento que tampoco supone ninguna novedad con respecto al funcionamiento que desde hace muchos años conocemos de la izquierda abertzale.
Quedan 40 días para que transcurran los 100 que tradicionalmente se conceden antes de entrar a juzgar a fondo la actuación del nuevo alcalde y del nuevo Gobierno. Serán 40 días determinantes para conocer cual es la vía por la que se opta. Seguramente habrá quienes desearán que se opte por la primera, con la mente puesta en lo que más les interesa de cara a las próximas elecciones. Desde EAJ-PNV siempre estaremos dispuestos a explorar la segunda, actuando con rigor y responsabilidad y desde la libertad que otorga saber que no debemos nada a nadie, más que a Donostia y a los donostiarras.
Eneko Goia es portavoz del PNV en el Ayuntamiento de San Sebastián.
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