Protagonistas a su pesar
Una polaca que saltó al vacío para huir de las llamas y un malasio agredido por otros jóvenes, iconos de la barbarie
Disturbios como los vividos en Inglaterra entre la tarde del sábado y la madrugada del miércoles generan multitud de tragedias, de momentos heroicos, de imágenes inolvidables. Entre estas últimas quizás haya dos que destaquen por encima de las demás. Una, por el dramatismo de la escena pero también por su inmensa belleza plástica: la instantánea captada por la fotógrafa Amy Weston en Croydon la noche del lunes 8 de agosto, el día en que se produjeron los disturbios más dramáticos vividos por Londres esta semana.
Una foto que está destinada a convertirse en el icono de los disturbios y que muestra, al contraluz que forman las llamas del gigantesco incendio de una tienda de muebles, la silueta de una joven que salta al vacío para huir de las llamas, camino de los brazos que se alzan al aire del grupo de hombres que intentan rescatarla.
"Siempre creímos que este era un país civilizado", dice la hermana de Monika
La otra imagen, con menor belleza plástica pero más mensaje político, es la filmación colgada en YouTube del momento en que un joven es robado por el grupo de vándalos que le acaba de partir la mandíbula y que hace ver que le está ayudando a incorporarse cuando lo que quieren en realidad es vaciarle la mochila que lleva a la espalda. Un gesto que ha avergonzado a millones de ingleses.
La protagonista de la primera imagen es Monika Konczyk, una joven polaca de 32 años natural de Koronowo que llegó a Londres en marzo para estudiar inglés siguiendo los pasos de su hermana mayor, Beata Mecaj, de 37 años, que lleva ya cinco instalada en Reino Unido.
Monika vivía desde hace un mes en un piso detrás de los históricos almacenes House of Reeves, una casa de muebles con 140 años de antigüedad, un verdadero símbolo de Croydon, ciudad dormitorio del sur de Londres, camino de Gatwick. Monika había visto por televisión los disturbios que se estaban viviendo esa noche en Londres y, siguiendo los consejos de su hermana, decidió quedarse en casa. Se había puesto ya el pijama cuando los alborotadores incendiaron los locales de House of Reeves.
El fuego llegó pronto a la vivienda de Monika, que no quiso abandonarla porque allí estaban todas sus pertenencias. La joven polaca acabó atrapada y su única posibilidad de vivir era saltar por el balcón y superar así los cinco metros que la separaban del suelo.
Pero Monika no quería saltar: tenía miedo de morir si se arrojaba al vacío. Tampoco entendía muy bien lo que le gritaban los policías y bomberos que le imploraban desde abajo que saltara. Algunos vecinos habían colocado pedazos de moqueta, almohadones y ropa para amortiguar el golpe si nadie la atrapaba.
Monika solo saltó cuando llegó su hermana, que le imploró que lo hiciera porque si no moriría. Ahora está encerrada en casa de Beata, aparentemente incapaz de digerir el pánico que le produce saber que ha estado al borde de la muerte.
"Está absolutamente traumatizada", ha declarado su hermana. "Solo hace unos meses que llegó a Reino Unido y estamos horrorizados de que le haya pasado algo así a ella. Siempre creímos que este era un país civilizado", opina Beata.
Monika salió físicamente ilesa del incendio de su casa, pero ha quedado mentalmente marcada por la experiencia. Todo lo contrario que Mohamed Ashraf Haziq, un chico malasio de 20 años que hace un mes llegó de Kuala Lumpur para estudiar contabilidad en Londres becado por el Gobierno de Malasia. A Haziq le partieron la cara en Barking, al este de Londres, durante los disturbios. Le partieron la cara literalmente. Pero ayer sonreía, tímido y amable, en una rueda de prensa junto al embajador de Malasia en Londres.
Héroe a la fuerza, negaba con la cabeza que le guste la popularidad que le han dado las imágenes de su calvario durante los disturbios. "Soy una persona normal; solo vine a estudiar", aseguraba con modestia.
Las imágenes del incidente han dado la vuelta al mundo y han avergonzado a los ingleses. Haziq aparece sentado en el suelo palpándose la boca y la barbilla. Un grupo de jóvenes le ayudan a levantarse. Es entonces cuando se aprecia un charco de sangre en el suelo y cómo el chaval se tambalea, como a punto de desmayarse.
Pero los jóvenes que le rodean no son samaritanos: lo que quieren es robarle lo que lleva en la mochila. Especialmente repugnante es el aire chulesco con el que camina triunfante el bruto que se lleva lo que parece un ordenador portátil o una tableta.
Haziq ha explicado que ese día iba en bicicleta con un amigo para visitar a una señora que no quería salir de casa porque tenía miedo. Iban a romper con ella el ayuno del Ramadán. Un grupo de chavales, algunos todavía unos niños, les pararon para robarles las bicicletas. El amigo pudo escaparse, pero él no. Le dieron tal golpe que le fracturaron la mandíbula y le hicieron saltar varios dientes.
"No tenía ni idea de que alguien lo estaba grabando. Cuando vi las imágenes no podía creer que ese chaval fuera yo. Me dije a mí mismo: ¿soy realmente yo?, ¿me ha pasado a mí?", explicaba ayer, sonriendo a pesar del dolor físico.
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