Normalidad por ley
Vitoria ha vuelto hoy a la normalidad, aunque lo que de verdad quisiéramos es que nos sorprendiera la normalización. Y que el año que viene Alfonso Basagoiti y Martin Garitano se dieran la mano en la balconada de San Miguel de Vitoria, aunque solo fuera eso, simplemente saludarse. Y el resto ya lo intentaríamos arreglar entre todos los demás.
Vitoria vuelve a la normalidad, pero lo que no regresa es el verano, que nos lo han secuestrado y, pese a que hemos ofrecido a cambio el título de capital de Euskadi, los muy cicateros no nos lo quieren entregar. A la bruma veraniega vitoriana le falta una Trafalgar Square y la Tate Modern, pero bruma, eso sí, tenemos para repartir como txoripanes. Y no lo crean, el frío confiere a una ciudad una sobredosis de personalidad centroeuropea que muchos quisieran. Solo nos queda parir nuestro Franz Kafka particular para completar el cuadro.
Ahora lo que toca es un tratamiento inevitable de 'deskalimotxización'
En la normalidad, desearíamos que, como a Woody Allen en El Dormilón, el médico nos recetara cigarrillos y chuletas de cerdo para superar la resaca festiva. Y que el nivel de colesterol flirteara, sin riesgo para la salud, con el de la prima de riesgo. Pero ahora lo que toca es un tratamiento inevitable de deskalimotxización, los milagros de una de esas dietas de papel cuché y un par de novelas negras para que no se nos edulcore demasiado el alma con tanto descanso playero que nos queda por delante.
En la normalidad, los notarios y sus desayunos con corbata recuperan el reinado de la calle Dato. Se imponen las conversaciones de ascensor y los peinados artificialmente despeinados. Al destierro se van la incorrección política del hit parade blusa y el paso en zigzag de la prole gaupasera. En la normalidad, los buzones seguirán escupiendo las letras de la hipoteca, votaremos un 20-N y los políticos aprenderán nuevos eufemismos para no pronunciar la palabra "recortes sociales". Hoy es 10 de agosto y a Vitoria llega la normalidad por imperativo legal. Aunque si hubiera que jurar por Dios, el Rey, los Fueros o Belén Esteban, yo juraba el primero. Bendita normalidad.
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