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Reportaje:Estilos

La moto que hace pop

La concentración de aficionados a las 'vespas' y 'lambrettas' del Euroyeyé, en Gijón, confirma el auge intergeneracional de esta tribu urbana

Carmen Mañana

Puede que la onomatopeya española para las motos sea "brum... brum...", pero el sonido que salía de los más de 100 tubos de escape reunidos el pasado viernes en Gijón era "pop pop pop". "Las lambrettas hacen un ruido especial, casi musical, que te permite reconocerlas con solo oírlas", dice con los ojos cerrados Jim Cox. Este DJ londinense de 60 años participa en la 17ª edición del Euroyeyé, un festival que cierra hoy y que reivindica la cultura mod a través de conciertos, fiestas, exposiciones, un ciclo de cine y, por supuesto, una scootercruzada.

"Los mods fueron la primera tribu urbana que tuvo un vehículo propio y emblemático. Los antiguos iban desde Londres hasta Brighton presumiendo de moto. Y nosotros hacemos lo mismo, sacamos las vespas y las lambrettas a dar una vuelta", explica Félix Domínguez, organizador del festival y exmiembro del grupo Doctor Explosion. En este caso, la comitiva de retrovisores, flequillos y polos abrochados hasta el último botón tenía como destino el centro cultural Niemeyer, en Avilés. Allí, con la cerveza sin alcohol en la mano, veían y se dejaban ver míticos lambretteros como el propio Cox -que comparte un modelo TV con su hijo de 37 años-, y adictos que aún no habían nacido cuando se estrenó Quadrophenia, la película más representativa de la escena mod. Y es que se trata, como asegura el DJ, "de un vicio transgeneracional", una cultura que engancha 40 años después de que la factoría milanesa Innocenti fabricase la última Lambretta, bautizada así en honor al río Lambro, que pasa por la ciudad italiana.

"Hacen un ruido especial, casi musical", dice el DJ londinense Jim Cox
El evento no corre peligro, afirma su director pensando en la Semana Negra

Raquel Suárez, de 23 años, es buena prueba de ello. Junto a su novio, Hugo, posa orgullosa sobre una Lambretta fabricada en India e importada a través de una tienda murciana. "Es muy difícil encontrar este modelo. Lo elegimos rojiblanco como un guiño a los colores de nuestro equipo de fútbol: el Sporting", explica Hugo. Dicen que fue su pasión por la música de los años sesenta la que les llevó a interesarse por las motos. Domínguez certifica que es el camino natural. "Para un mod, la moto es un adminículo más, como un buen traje hecho a medida y unos zapatos italianos elegantes".

Ya con el gusanillo dentro, Raquel y Hugo sueñan en voz alta con su siguiente adquisición: "La próxima que compremos queremos personalizarla como el Naranjito". Cuando se creó la mascota del Mundial de fútbol (1982), él tenía apenas un año y a ella le faltaban seis para nacer. Sus rostros transmiten la misma emoción que Cox, maestro de los sonidos mods, recuerda haber sentido en 1966: "Cuando tenía 15 años, todos querían tener una. Yo no podía conducir, pero viajando de paquete me sentía muy importante". Hoy, con el pelo blanco y más de 100 vespas y lambrettas a sus espaldas, dice entender perfectamente que a la gente le sigan gustando, igual que la música antigua cuando es buena.

Los modelos y complementos retro, cada vez más difíciles de conseguir, han dado lugar a un lucrativo mercado de segunda mano. Javier Calleja, por ejemplo, encontró la vespa verde militar que buscaba en Internet. Tuvo que llevarla a Gijón desde Cádiz en remolque. "Pero mereció mucho la pena", asegura. Las lambrettas de Pepa Cantón y Lola Calvo despiertan algunas de las miradas más envidiosas. Con sus brillantes retrovisores, sus faros originales y sus defensas cromadas se llevan casi tantos flashazos como sus propietarias. Estas dos jerezanas, de 42 y 43 años, respectivamente, podrían pasar por las primas andaluzas de Twiggy, pero no por las madres de preadolescentes que son. "Los niños nos han quitado el sitio en el asiento. Ahora nos toca ir en el coche para que ellos vayan con sus padres en la moto". Pero a lo que no están dispuestas a renunciar es a su estética y a su música. "No es una moda, por eso no pasa".

La parroquia de la scootercruzada es heterogénea en edades y estilos, y ha crecido exponencialmente desde que Félix Domínguez la inaugurara hace 16 años. Domínguez espera que siga creciendo. La situación del Euroyeyé, dice, es diferente a la de la Semana Negra, cuya continuidad con Gijón como sede está en duda tras los recortes anunciados por la nueva alcaldesa de Foro Asturias, el partido de Francisco Álvarez-Cascos. "No somos un festival deficitario. Tenemos el apoyo del Ayuntamiento, pero pagamos los conciertos con el dinero de las entradas (unos 20 euros) y así todo. Nosotros nos lo guisamos y nos lo comemos. Y solo traemos cosas buenas a la ciudad: promoción internacional y visitantes que convertimos en clientes de la hostelería local", asegura.

Y es que desengancharse de la cultura de las vespas y las lambrettas mod es casi imposible, argumenta la mayoría. Aunque algunos lo hacen. "Por las chicas, claro", exclama Cox. Según el DJ, era más fácil ligar si tenías un coche. "Y una vez ligadas, más cómodo", ríe. "Después vienen los niños... Pero hasta los rockers dejaron sus motos al envejecer, que conste".

Las jerezanas Lola Calvo (izquierda) y Pepa Cantón, con sus <i>lambrettas</i> en el Euroyeyé de Gijón.
Las jerezanas Lola Calvo (izquierda) y Pepa Cantón, con sus lambrettas en el Euroyeyé de Gijón.PACO PAREDES

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