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Tribuna:Laboratorio de ideas
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China: política monetaria y cosechas

En junio, la inflación de China alcanzó el 6,4% interanual, el nivel más alto desde agosto de 2008. Este dato fue un auténtico aldabonazo para que la autoridad monetaria china enfocara sus esfuerzos a enfriar la economía lo antes posible. El aumento de la tasa de reservas obligatorias que mantienen los bancos en el Banco Central y un nuevo incremento de 25 puntos básicos en los tipos de interés son la parte más importante del arsenal desplegado.

Los mercados mundiales han reaccionado fuertemente ante el carácter restrictivo de estas medidas monetarias, que podrían condicionar la continuidad de la recuperación económica del mundo. Llama la atención que nadie se cuestione si estas medidas son apropiadas para combatir la raíz del problema chino. Y es que un tercio de la cesta de bienes que componen el índice de precios al consumidor (IPC) del país asiático lo conforman los precios de los alimentos. El IPC de alimentos se elevó en un 14,4% y lleva más de siete meses por encima del 11,76% a pesar de dos subidas anteriores de tipos de interés.

Los esfuerzos por producir más arroz no bastan para satisfacer la creciente demanda

En este aspecto, existe evidencia y argumentación teórica para sostener que, en economías de bajos ingresos, el repunte del precio de los alimentos lleva a un deterioro de las instituciones democráticas incrementando la probabilidad de revueltas contra el Gobierno. Esta relación modelada por Arezki, Bruckner (2011), que ayuda a explicar los recientes acontecimientos de Oriente Próximo, también preocupa al Gobierno chino.

La aplicación de subvenciones para estimular la producción y el control de precios parecen ser fórmulas que empiezan a dar señales de agotamiento, cuando el efecto de variables exógenas como las condiciones climatológicas y los movimientos de urbanización comienzan a ser determinantes.

El caso particular del arroz es un ejemplo que confirma lo dicho anteriormente. China e India suponen más de la mitad del consumo mundial de arroz (representan el 30,5% y el 20,4%, respectivamente); si agregamos los restantes países de Asia, este consumo supera el 90%. Si bien China produce prácticamente todo el arroz que consume, el constante aumento de la demanda interna ha hecho que el país asiático haya pasado de exportar 3,5 millones de toneladas netas en 1998 a solo 0,25 millones de toneladas en 2010, con eventuales desfases que lo convierten en importador neto y, por tanto, más sensible a los precios internacionales.

En la medida que el crecimiento de la demanda sea superior al de la oferta, esta vulnerabilidad tenderá a aumentar. La producción de arroz está determinada por la superficie cultivada y por el rendimiento (en términos de producción por superficie) que la tecnología permita alcanzar. En este sentido, vemos que la superficie cultivada de arroz en China en el periodo 1960-2009 ha aumentado cerca de un 10,5%, mientras que la media mundial aumentó un 37,21%. Sin embargo, el incremento del rendimiento en China ha sido superior, pues en el mismo periodo se ha incrementado un 217%, cuando la media mundial creció un 132%.

China ha aumentado considerablemente el rendimiento en su producción de arroz debido a la implementación de tecnologías de irrigación, la utilización de pesticidas y, en los últimos años, la incorporación de semillas genéticamente modificadas. Sin embargo, estos elementos comienzan a dar señales de agotamiento. Desde el año 2000, el rendimiento de la producción de arroz en el país asiático solo ha aumentado un 5% en comparación con la media mundial, que creció un 11,26%.

Uno de los elementos que explican esta disminución es el bajo margen de rentabilidad, que desincentiva la inversión y que, por otra parte, hace que la población rural se desplace a las áreas urbanas.

Los factores climatológicos constituyen otro elemento importante por su incidencia en el rendimiento por superficie cultivada. Los meses de sequías e inundaciones que sufrieron algunas de las mayores provincias productoras de arroz habrían afectado al rendimiento por hectárea. De acuerdo con un estudio realizado por la FAO, estos factores podrían tener un impacto de hasta un 15% en el factor de rendimiento actual de China. De hecho, la revisión realizada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en inglés) en junio, fundamentada en los factores climáticos, refleja un importante recorte de las previsiones de cosechas de arroz en China para 2011. Concretamente se prevé una disminución de 2,3 millones de toneladas respecto a las previsiones de mayo.

El pasado 12 de julio, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos publicó sus previsiones de producción de arroz para la cosecha 2011-2012. Si bien a nivel global se observa una disminución del consumo y un ligero repunte de los inventarios, los mercados continúan valorando una debilidad en el balance oferta-demanda, esto se hace evidente en el aumento de los futuros de arroz a un mes negociados en la Bolsa de Chicago. En lo que llevamos de julio han aumentado un 21,28%.

Más allá de esto, el ajuste de la inflación de los alimentos en China parece tener un carácter estructural de difícil control a priori, al menos en el corto plazo. En este sentido, la política monetaria utilizada para el enfriamiento económico puede tener un mayor impacto en la recuperación de la economía global que en la disminución de los precios del arroz, salvo que pensemos que las condiciones monetarias afectan a los precios de las materias primas.

Antonio Merino es director de estudios de Repsol.

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