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Elecciones generales 20-N

El líder del PP renace moderado

Rajoy seguirá su línea de perfil bajo y dejará el trabajo sucio a sus 'segundos' - Su estrategia es una enmienda a su anterior etapa para dulcificar su imagen

Carlos E. Cué

Mariano Rajoy cuenta con una enorme ventaja frente a su rival, Alfredo Pérez Rubalcaba. No solo las encuestas y el mar de fondo juegan a su favor. No solo la situación económica que arrastra a la mayoría de los Gobiernos europeos le empuja hacia la mayoría absoluta. Además, cuenta con un factor imposible de cambiar: el tiempo. Si Rubalcaba tiene unos pocos meses para reinventarse y tratar de reconciliarse con el electorado de izquierdas, Rajoy lleva cuatro años reinventándose. Desde la misma noche electoral de 2008, en la que comprendió que el voto anti-PP, sobre todo en Cataluña, le había arrebatado una victoria que daba por segura, no ha hecho otra cosa.

Rajoy ha hecho una campaña electoral de cuatro años con un solo objetivo: dulcificar su imagen, moderar su discurso, evitar movilizar a la izquierda. Ahora solo le queda la recta final, y nada va a cambiar. Como en las autonómicas, Rajoy hará una no campaña, evitará todas las polémicas, mantendrá su discurso como un martillo pilón y obviará todo lo que pueda a su rival. Desde que el PSOE le eligió como candidato, ni siquiera lo ha nombrado. Alguna vez ha comentado sus propuestas de impuesto a la banca como "demagógicas", pero nunca lo llama por su nombre.

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Rajoy se sabe favorito, y cree que le basta con dejar pasar el tiempo y que la crisis y el mar de fondo hagan su trabajo. Él solo tiene que hacer una cosa: transmitir confianza, no dar miedo. "Gobernaré desde el centro, desde la moderación, no tengo intenciones de hacer recortes sociales, otros sí los han hecho", aseguró el viernes poco después de que Zapatero, que le había llamado el día anterior para avisarle, anunciara la fecha electoral.

Eso no quiere decir que el PP no tenga diseñada una estrategia contra Rubalcaba. Existe, y muy perfilada. De hecho, lleva meses en marcha. Pero de ella no se encarga Rajoy. En eso hay especialistas. Sobre todo Soraya Sáenz de Santamaría y Esteban González Pons. La portavoz parlamentaria llegó a decir que Rubalcaba estaba "inhabilitado como candidato" el día que se conoció el auto por que se pide el procesamiento de tres miembros de la cúpula policial por el caso Faisán. El PP se prepara para convertir este asunto en uno de los ejes de la campaña. Rajoy no hace prácticamente mención al caso, y así seguirá mientras no le pregunten, pero sus segundos se van a dedicar a tratar de deteriorar la buena imagen de Rubalcaba en el electorado moderado, una de las mayores preocupaciones del equipo de estrategas del PP. Los populares están convencidos de que ya está surtiendo efecto y creen que a medida que se acerquen las elecciones Rubalcaba irá perdiendo puntos en las encuestas. El PP cuenta además con la animadversión hacia el exministro del Interior de los medios más conservadores, que también es útil para sus fines.

En cualquier caso, Rubalcaba no es ni mucho menos el centro de la estrategia del PP para estas elecciones. Lo más importante es la economía, que lo arrastra todo. Rajoy confía en obtener una aplastante mayoría absoluta porque los españoles entiendan que el PP va a generar condiciones para el crecimiento. No detallará mucho el cómo, porque el líder cree que concretar mucho sus propuestas, y sobre todo anunciar medidas impopulares, podría costarle las elecciones. Así que se concentrará, más que en el contenido, en la imagen, consolidada en algunas encuestas, de que el PP gestiona mejor la economía.

Pero para llegar a este momento Rajoy antes ha tenido que hacer una enmienda total a su pasado. No solo a su entrega al aznarismo, con el que empezó a romper en 2008. También a sus propias decisiones en la anterior legislatura. Si antes ordenó recoger por toda España -y recogió- firmas contra el Estatuto catalán, ahora va a Barcelona y pide que el Gobierno entregue a Cataluña el fondo de convergencia e incluso dice que está dispuesto a hablar de todo, incluido el Concierto económico. Si antes acusó a Zapatero de "traicionar a sus muertos", ahora mantiene contra viento y marea su apoyo a la política antiterrorista frente a la presión del ala derecha, a la que sin embargo deja hacer. Si mandó a los suyos a manifestarse contra el matrimonio homosexual, ahora trata de mantener una cierta ambigüedad sobre lo que hará con la ley si gobierna.

Rajoy ha logrado dulcificar su imagen, pero también ha jugado fuerte. Su decisión de votar en contra de los recortes en mayo de 2010, que hizo que salieran por un solo voto, fue arriesgada. Entonces cundía la imagen de que el PP no arrima el hombro. Él apostó a alejarse del Gobierno para que la crisis lo tumbara y no arrastrara también al PP. Funcionó, aunque muchos empresarios y banqueros le criticaron lo que veían como una irresponsabilidad. Ahora, el líder, convencido de que tenía razón en todo, va a mantener la línea marcada y se va a concentrar en su discurso más moderado. La crisis y el tiempo, ya muy poco, harán el resto, señalan en su entorno.

SCIAMMARELLA

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