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Defensa de las autonomías

Las comunidades autónomas (CC AA) no son provincias; ni los Gobiernos autónomos son diputaciones de régimen común. Ni por su autonomía política y financiera avalada por el llamado bloque constitucional, ni por su espacio y volumen competencial, ni por el rol clave que desempeñan en un estado descentralizado de naturaleza federal. Si las Diputaciones son una pieza secundaria de una estructura política centralizada, las autonomías son la esencia y manifestación de la descentralización política.

Todo lo anterior no es ninguna novedad ni supone un avance en la descripción del modelo multinivel español. Y sin embargo, en los últimos meses nos encontramos con múltiples movimientos no coordinados, impulsados por plataformas y centros de decisión de signo opuesto que parecen empeñados en convertir al Estado autonómico y su riqueza en un sucedáneo. Algunos ejemplos de ello son los siguientes.

Las autonomías pueden acabar teniendo menos libertad financiera que las Diputaciones

El Partido Popular se empecina en utilizar a las autonomías como estiletes en contra del Gobierno central, en una clara estrategia que pone muy por delante los intereses nacionales del partido a los territoriales. En más de una autonomía, en vez de presidentes autonómicos parece que tenemos opositores a Zapatero y su Gobierno, líderes que sobre todo trabajan para Rajoy y sus futuros ministros.

El Gobierno central, por su parte, trata con cierto desdén las innovaciones y propuestas que proceden de las CC AA; interpreta y reinterpreta los acuerdos como le da la gana, sin verdadero interés de consenso con las autonomías; y carga al nivel autonómico con lo fundamental del ajuste fiscal. Lo último ha sido su pretensión de introducir techos de gasto autonómico exógenos a la voluntad de cada territorio. Si se controla desde fuera el déficit en el que puede incurrir una CC AA, si la Administración central decide sobre transferencias y anticipos sobre los recursos tributarios que gestiona la Agencia Tributaria, y si encima se impone el volumen de gasto global, se desvirtúa peligrosamente el autogobierno de las autonomías. De hecho, puede resultar que acaben teniendo menos libertad financiera que las Diputaciones, porque el porcentaje de presupuesto comprometido es muy elevado.

Luego están los comentaristas de actualidad que insisten en que las autonomías son básicamente Administraciones que se dedican sanidad, educación y servicios sociales. Es verdad que estas competencias absorben más de la mitad de su presupuesto. Pero las CC AA son también agentes principales de las políticas de desarrollo territorial y, en general, de las llamadas políticas de oferta. La Xunta de Galicia, por ejemplo, es responsable clave de la política de fomento empresarial, la oferta de suelo industrial, la I+D+i, la formación continua, la configuración del sistema universitario gallego... y es determinante en pesca, agricultura, medio ambiente o infraestructuras regionales. En términos presupuestarios y si dejamos a un lado las prestaciones por jubilación y desempleo, la Xunta es la Administración más relevante en Galicia. Por eso somos uno de los tres países del mundo en el que el escalón regional de gobierno es más importante.

Finalmente aparece eso que se viene en denominar "los mercados". Parece que a ellos tampoco les gustan las autonomías, al más puro estilo FMI: las CC AA complican el marco institucional y la gobernanza, dificultan los ajustes fiscales y disparan la deuda pública. Lo asumen como dogma y sin que exista evidencia empírica robusta al respecto; y no se detienen en evaluar lo positivo de un sistema en el que se descentraliza la toma de decisiones y se pueden adaptar las políticas públicas a las particularidades de cada territorio.

No soy partidario de las tensiones centrífugas ni de las propuestas de tinte confederal y soy consciente de las disfuncionalidades del sistema, consecuencia en buena medida de su juventud y de la necesidad de encajar mejor Diputaciones, Gobiernos autónomos y Administración central. Pero me parece injusto y poco inteligente interpretar como un error por exceso uno de los principales logros de España en las últimas décadas.

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