_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bendita sea su pureza

Final del movido curso político 2010-2011, que tan profundamente ha alterado la posición de los partidos catalanes y, sobre todo, las respectivas cuotas de poder institucional. Entre las fuerzas perdedoras en la mudanza, Esquerra Republicana acaba de conseguir -gracias al peso determinante del aparato- encarar su congreso de octubre con una sola candidatura a la presidencia y a la secretaría general. Al mismo tiempo, las primeras versiones de la ponencia estratégica que los republicanos deberán aprobar en otoño envían al desván la fórmula del tripartito de izquierdas y apuestan por una "política de pactos de geometría variable" y por la construcción de un "tercer espacio" de centro izquierda catalanista no dogmático.

Fin del curso político que tanto ha alterado la posición de los partidos catalanes y las respectivas cuotas de poder institucional

El PSC, por su parte, ya abjuró del tripartito mucho antes del 28-N, en un desesperado intento de evitar la catástrofe. Consumada esta, los socialistas no sólo buscan ahora el liderazgo que les saque del pozo, sino que se debaten también entre quienes desean mantener la centralidad mediante acuerdos con el Gobierno de Artur Mas y aquellos otros que propugnan una oposición inflexible contra el "bloque derechista CiU-PP". Todo ello, en plena vela de armas para un congreso que aún carece de fecha, que puede verse aplazado por los designios electorales de Rodríguez Zapatero y Rubalcaba, pero que posiblemente no será un paseo militar.

Por el contrario, en la tercera pata del trípode gobernante entre 2003 y 2010, en Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), no hay ni dilemas estratégicos, ni debates tácticos, ni asomo alguno de autocrítica. Aun cuando el 28-N Iniciativa perdió, respecto de 2006, 50.000 votos largos; por mucho que, en las municipales del pasado mayo, se quedó 17.000 papeletas y más de 50 concejales por debajo de los registros de 2007; a pesar de que, en medio año, los ecosocialistas se han visto democráticamente desalojados del poder en la Generalitat, en el Ayuntamiento de Barcelona, en la Diputación homónima, etcétera, la cúpula de la formación ha reaccionado como si todos esos fuesen fracasos ajenos y ellos, en cambio, estuvieran surfeando sobre una ola de éxitos electorales esplendorosos; como si la ciudadanía no hiciese otra cosa que ratificarles en la bondad de su gestión pasada y en el acierto de sus planteamientos de futuro.

Así, encastillados en sus certidumbres, sin permitir que la realidad altere su catecismo doctrinario, han actuado los hombres y las mujeres de Iniciativa a lo largo del último semestre. ¿Que el déficit público está desbocado en todos los niveles de la Administración, que nuestro Estado de bienestar se halla al borde del colapso financiero si no frenamos el gasto? ¡Zarandajas! Aquí lo que hay es la pérfida voluntad privatizadora de la derecha neoliberal (¿o es neocon?) y, por tanto, se vota en contra de los presupuestos catalanes para 2011. ¡Ah!, pero como eso resultaba del todo previsible y, además, también lo hicieron el PSC y Esquerra, y hasta Solidaritat y Ciudadanos, era preciso dar un paso más. Por eso las vestales del izquierdismo auténtico acompañaron su voto con la exhibición en el hemiciclo de unos cartelitos contra los recortes. Un gesto digno de los bolcheviques en el soviet de Petrogrado...

Del mismo tenor ha sido la actitud de los ecosocialistas ante la llamada ley ómnibus: rechazo frontal y enmienda a la totalidad, porque -dicen- el único objetivo de la reforma es "desmantelar la obra del tripartito". Pues qué, ¿acaso esa receta no fue barrida en las urnas el pasado noviembre? ¿Qué extraño concepto de la democracia puede sostener que unas políticas rechazadas por el electorado deben ser mantenidas incluso cuando gobierna una mayoría alternativa?

El otro día, en una publicación digital, alguien que se identifica como militante de ICV decía estar preocupado por "la soledad" de su sigla en la denuncia de las políticas de CiU. ¿Preocupado? Veo más bien a los ecosocialistas confortados en la soledad de los puros, de los poseedores de la verdad, mientras hacen tiempo a ver si llaman a su puerta los indignados del 15-M.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_