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Crítica:GÓSPEL | Blind Boys of Alabama
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un pedacito de felicidad (terrenal)

Hay veces que ni a las autoridades celestiales se les entiende demasiado bien. Los Blind Boys of Alabama llevan la friolera de 67 años glosando la buena nueva de la gloria divina, pero ni un milagro de última hora evitó que su concierto de anoche en Puerta del Ángel fuera, de lejos, el que menos público ha congregado en lo que llevamos de estos Veranos de la Villa. Apenas 400 personas se acercaron para escuchar las añejas, deliciosas y trascendentes plegarias musicales de estos entrañables viejecitos de trajes dorados, tres hombres llegados del profundo Sur que compensan sus problemas de visión con unas gargantas maravillosas. Fueron pocos los asistentes, pero afortunados. Aunque los madrileños se mantengan escépticos en torno a los cantos espirituales, parece claro que Dios ha escogido buenos embajadores en el reino de los vocalistas.

Apenas 400 personas escucharon las plegarias de estos entrañables viejecitos

No sabemos si quienes declinaron acudir a la cita con los Blind Boys desperdiciaron un salvoconducto para la salvación. Ignoramos si los ángeles hacen constar en nuestros expedientes la asistencia a estos eventos o, cuando menos, nos la convalidan para enjugar algún que otro tropiezo mundano. Las complejidades de la existencia se nos escapan, pero sí nos aventuraremos a decir, en cambio, que el jefe de la banda, el octogenario Jimmy Carter, cumplió con su promesa de la tarde anterior: "Quienes entren tristes a nuestro concierto saldrán con una sonrisa".

Así ocurrió, sin duda. La escasa concurrencia se llevó a casa un pedacito de felicidad. Siquiera terrenal, que no es poco. Ese estado de ánimo tal vez abunde en el paraíso, pero por estos valles pecaminosos andamos un tanto escasos. Y que unos ancianitos invidentes lo suministren con tanta generosidad bien debería movernos a la reflexión. Menos prozac y más música negra.

El fulminante encanto de Blind Boys radica en su sonido muy actualizado, con un órgano Hammond, un bajista implacable (y siempre a un paso mismo del funk) y un batería de pegada tan contundente como la anchura de sus espaldas. Por lo demás, los tres cantantes principales no se andan con tontunas a la hora de escoger el repertorio. Abren con People get ready, el himno de Curtis Mayfield; siguen con Spirit in the sky, de Norman Greenbaum, y desembocan en su versión de Down in the hole, de Tom Waits, más célebre aún desde que alguna mente avispada la incluyó en la banda sonora de la serie The wire.

Carter aprovecha esa pieza para proferir el primero de sus quejidos, de intensidad, emotividad y duración que cualquiera consideraría incompatibles con un cuerpo de sus años. Pero este hombre de aspecto endeble no parece conocer los límites humanos. Insistió con gracia en que nos compráramos su último disco, Take the high road; bailó y hasta ensayó giros en redondo sobre el escenario y, en el gozoso desparrame final, recorrió gallinero y graderíos sin desfallecer, recibiendo abrazos y felicitaciones de toda la audiencia. Más de uno se lo habría llevado a casa.

Los temas del más reciente trabajo, con su tenue aire country, fueron los más propicios para disfrutar de unas armonías que a menudo alcanzaban las cinco voces. Nadie necesitaba taparse el oído ni practicar mayores aspavientos para que las diferentes líneas melódicas encajaran a la perfección, como viene sucediendo de casi siete décadas a esta parte. No sabemos si, ante la escasa afluencia de público, tardará en repetirse una visita como la de anoche. Pero sí dejaremos dicho, para que conste, que los viejitos ciegos nos parecieron una bendición.

Blind Boys of Alabama, durante su concierto de ayer.
Blind Boys of Alabama, durante su concierto de ayer.CLAUDIO ÁLVAREZ

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