Hangares para zepelines
En el mercado central se reparaban los gigantes del aire. La capital de Letonia acoge sorpresas como los edificios de Mijaíl Eisenstein, padre del cineasta, y un estilo de vida culto y tranquilo
La conocida afirmación de que no hay nada como entregarse a una ciudad y dejarse llevar se constata en Riga a las primeras de cambio. Uno aprende a desenvolverse en la capital letona, de 700.000 habitantes, casi sin darse cuenta. Placentera y con numerosos secretos arquitectónicos (entre ellos, los 19 edificios construidos por Mijaíl Eisenstein, padre arquitecto del cineasta Serguéi Eisenstein), nada desmerece en ella su poder de seducción.
10.00 Un jugo de abedul
Resulta particularmente agradable iniciar una ruta en el mercado central (1). Se halla detrás de la estación de tren, a orillas del río Daugava, y lo que parecen enormes bloques de una fábrica son cinco pabellones temáticos muy animados. Eran los antiguos hangares donde se reparaban zepelines. Entre fruta y verdura se ven enseguida botellas de plástico con un licor transparente llamado birch. Es jugo extraído del abedul, el árbol más maravilloso que pueda existir, de inconfundible fisonomía, elegante y esbelto, muy común en esta parte del mundo. A partir de la primavera suelta este brebaje que pone las pilas a toda Letonia.
Hay tantas cosas en este mercado (carne, pescado, pan de mil tipos, tantas flores...) que los nostálgicos enloquecerán en las tiendas de casetes de los alrededores y los más queseros quizás se decepcionen al probar el Biezpiens, el queso fresco y cremoso típico del país. Todavía no se conoce un letón que no lo venere, pero no es su fuerte. Eso sí: este pabellón es mal sitio para golosos. Si usted tiene el no difícil con los dulces, no entre. Enfile rumbo al centro histórico y olvídese de la comida..., de momento.
11.00 Terrazas y fachadas
Desde que se pone un pie en la ciudad vieja, Riga gana enteros. Empezando por el campanario de la catedral de San Pedro (2). Su construcción se inició en 1209, si bien sufrió numerosas reconstrucciones por culpa de tantas guerras. Es uno de los monumentos medievales más antiguos del Báltico. Se visita de 10 a 18.
En su mayoría peatonal, el centro de Riga es carne de turista, por supuesto, pero pocas cosas satisfacen tanto a uno como los descubrimientos, y Riga es experta en captar la atención como si toda ella estuviera atravesada de vanidad. Un café al sol en las terrazas de la calle de Maza Monetu (3) es una opción estupenda siempre y cuando no haya música ambiental a todo volumen. Desde aquí se percibe que la belleza de esta ciudad se encuentra en las fachadas. Como un desplegable extra la ciudad va poniendo en relieve su resplandor, que alcanza su máxima expresión en las muy fotografiadas fachadas llamadas Melngaviu Nams (Casas de los Cabezas Negras) (4), ancestral sede del gremio de mercaderes, en el 7 de la Plaza Ratslaukums, imagen fetiche de la ciudad.
14.00 Pescado sin moderación
La catedral está a dos pasos, inmediatamente reconocible por su ladrillo rojizo. Su parte más antigua data de 1211. Reconstruida en varias ocasiones, sigue siendo un edificio imponente y uno de los puntos fuertes de la ciudad por gozar del órgano más grande del mundo y por el maravilloso espacio que la precede y los alegres bares que la rodean. Entre ambos consiguen que el viajero se deslice a sus anchas y aparezca, por ejemplo, en la calle de Miesnieku, 4, frente al restaurante Le Dome (5) (00 371 67 55 98 84; www.fish-restaurant.lv) y llegue justo para sentarse y degustar pescado sin moderación. Si prefiere comida típica letona tiene Province (Kalku, 2; www.provincija.lv) o Salbe (Ratslaukums, 5; www.salbe.lv).
15.00 Un mítico espacio 'art déco'
Se vaya por donde se vaya, la atención del viajero no se aleja de la historia de la ciudad. Siguiendo por la calle de Pils se llega al castillo de Riga (6) durante siglos sede de gobernantes y clásico perfil del skyline de Riga. Tras la independencia de Letonia, en 1990, el castillo se restauró y hoy día, además de acoger el Museo de Historia, es lugar de labores políticas. Muy cerca se halla Kuze (7) (calle de Jekaba, 20-22; www.kuze.lv), cafetería donde irremediablemente acabará entrando. Vale la pena y también la dicha. Desde el año 1910 este mítico espacio art déco da la bienvenida al viajero a un escenario del siglo pasado para que se quede más tiempo del que pensaba. Aquí reina el chocolate, las lámparas de época, bombones a tutiplén y chanson francesa como música de fondo. ¿Qué más se puede pedir?
16.00 Edificios medievales
Torna es una de las calles más animadas. En ella, un comercio tras otro se reparten un resultón y larguísimo edificio del siglo XVII llamado los Barracones de Jacobo (8) y la manada de turistas que disfrutan entrando y saliendo del renovado inmueble buscando ámbar, cervezas o camisetas. Conviene internarse por la estrecha y adoquinada calle de Troksnu para dar con la más ancha, calle de Jekaba, y desde ahí entregarse a la sorpresa de Tris Brali (Los tres Hermanos) (9), así se conoce la sucesión de edificios medievales más impactante de la ciudad. Aparecen ahí, en la calle de Pils, 17, 19, 21, como esperando ser colmados de superlativos. El primero de ellos alberga el Museo de Arquitectura de Letonia.
18.00 La ciudad de un genio
Es complicado no referirse a Riga en términos de fascinación. Mejor que en ningún otro barrio, esta idea se comprende en el cogollito de calles constituido sobre el Parque Kronvalda. Es el conocido Distrito Art Noveau (10). Representa el refinamiento arquitectónico a una escala muy grande. Para escribir mirando fachadas evocadoras tras los ventanales y relamerse con un surtido de tartas caseras hay que sentarse en Sienna (www.sienn.lv), ¡qué bien servido el café! (también hay cócteles...), en la calle de Strelnieku, 3. La calle más destacada es la de Alberto (11). La sucesión de fachadas Jugendstil, con cinco obras de Mijaíl Eisenstein (en Riga nació su genial hijo), es apabullante, de una perfección entre revoltosa y romántica. Por este distrito abundan comercios y bares coquetos. Haría bien en tomar un vino en Vinastudija (12) (Elizabetes, 10; www.vinastudija.lv). Para comer algo, es una opción Lidojosa Varde (Elizabetes, 31). Puede que haya que esperar para coger sitio en la terraza, pero pocas esperas son tan bien retribuidas.
20.00 Las casas de madera junto al río
Si quedan fuerzas se puede visitar el barrio de Kalnciema (13), tan aclamado por la Unesco por sus casas de madera, al otro lado del río. Se avisa: a pie es un buen paseo y es una elección muy, pero que muy alternativa.
Al caer la noche siempre queda pasear a orillas del río. Estas fueron las aguas que escogió el escritor, diplomático y precursor de la Generación del 98 Ángel Ganivet para despedirse del mundo en 1898. Se subió a un barco y se dejó caer.
» Use Lahoz es autor de la novela La estación perdida (Alfaguara).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.