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Columna
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Narcos de antes

Carlos Boyero

Desde tiempos remotos aseguran las infalibles audiencias que La 2 no la ve nadie, aunque resultara de buen tono entre los falsarios afirmar que les apasionaba su oferta cultural y los documentales centrados en la naturaleza y en la inexplorada vida de sus animalitos. Consecuentemente, urgía su privatización o cerrar el garito. Discrepo del maximalista "nadie". Aunque uno sea muy poquita cosa, como cualquier persona, soy alguien. Y aunque me cargue mucho la obsesión de La 2 por ejercer de reivindicativa, nada selectiva y machacante filmoteca del cine patrio y maldito de autor (que lógicamente resulta inestrenable en los cines una parte notable de él), es uno de los escasos canales gratuitos en los que no me siento tratado como un imbécil, que no me provocan el racional impulso de apagar la tele.

Existe criterio en la programación de documentales, hay entrevistas con sentido a gente que tiene algo interesante que contar, los géneros están tratados con conocimiento y mimo. Me resulta difícil irme a dormir ante el enganche que me crea la casi siempre modélica La noche temática. Pillo en la noche del jueves un reportaje, Los que caminan solos, protagonizado por plácidos jubilados. Su pasado no lo fue. Formaban parte del Grupo Costa del Sol, una brigada de élite especializada en los años setenta en detener a la gente que traficaba con una cosa exótica llamada droga. Se fumaba, se llamaba hachís y generaba mucho más beneficio que el contrabando de cualquier otra cosa. Pero en los ochenta llegó el esplendor de una sustancia blanca o marrón que daba aun más pasta. Se llamaba heroína. Daba infinito placer. A cambio podía matar o convertir al usuario en una piltrafa. Lo que narran sin énfasis estos profesionales es muy interesante. También aclaran que ninguno se hizo rico, aunque tuvieran un millón de oportunidades para pringarse. El documental sería todavía más inquietante y complejo si añadieran el testimonio de los malos. Pero nos cuentan que todos ellos se negaron.

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