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Columna
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Muy cerca de ti

Cuando despertó, el asesor político desmigó la galleta con forma de dinosaurio en el café, y le ocurrió algo. No tanto bombilla que se enciende, más bien hallazgo fortuito que vira el rumbo de la humanidad entera: todo en él se tambaleó, no por la combinación entre el primer cigarro y la primera taza, sino por el estratosférico alcance de su idea. Por la mente del gurú de la imagen y el lenguaje gestual resplandeció un concepto, cercanía, que se disfraza de palabra y se materializa en colores pastel y caminatas a ras de pueblo. Imaginó a presidentas y presidentes, a parlamentarias y a parlamentarios, vestidos igual que trabajadores rumbo a la oficina: quizá no tanto, se corrigió, que mantengan la factura excelente -y gozó con su juego de palabras- y lo hecho a medida, pero que se les parezcan. En el aspecto, en su forma de actuar: que hablen no tanto como quienes les votan sino parecido, que tiren de chascarrillos si es preciso, que brinden en una cafetería de la periferia, que se manchen y ya se cambiarán para los flashes. Y ahí se encendió la chispa de los parecidos razonables y comenzó la pesadilla de la naturalidad.

No existe tanta diferencia entre quienes te gobiernan y tú: ellos se parecen tanto a ti

Aunque tú no te desplaces en coche oficial y a cambio sufras los atascos o la falta de aparcamiento, y aunque tu trabajo no te obligue a besar a niños ajenos ni a abrazar a los abuelos que en el mundo contemplan las horas desde un banco del parque, no existe tanta diferencia entre quienes te gobiernan y tú: ellos se parecen tanto a ti. También paseas a tu perro para desconectar, también te ataca el frío en las invernales noches de tu residencia sin calefacción. Incluso resulta probable que tú, como tantos y tantos habitantes más de Madrid, tampoco dispongas de "un puto duro" en tu cuenta bancaria. Tranquilo: de nuevo, la vida y sus circunstancias te acercan a quienes te gobiernan. Eres, y con su reproche Esperanza Aguirre os ha igualado, como la Comunidad de Madrid; eres, y con su respuesta -"y nosotros tampoco"- Alberto Ruiz-Gallardón nos ha igualado, como el Ayuntamiento de Madrid. Un primer rasgo, sin embargo, que comienza a situarles no tan cerca de ti: que no se te permita almacenar una deuda de miles de millones de euros, sin despeinarte, gastando que gastando mientras amasas presupuestos con harina de otro costal.

También, igual que ellos, albergas sueños. Sueños ambiciosos, sueños que si abandonasen tus noches y cruzasen a las salas donde duermen las momias de Tutankamon o Hatshepsut, revolverían en sus sarcófagos sus cuerpos incorruptos. Si tú pudieras, ya lo crees, escucharías a quienes aseguran que a la tercera se consigue la vencida, y embarcarías en un proyecto a la altura del Valle de los Reyes a tu ciudad o a tu comunidad o a tu grupo de amigos o a los niños y niñas besados en el párrafo anterior. ¿Madrid, ciudad olímpica? Otro lema: cueste lo que cueste. ¿Madrid, ciudad de edificios y obras emblemáticas? El mismo espíritu: cueste lo que cueste, desde un vigilante de seguridad atento al vacío, hasta un arquitecto estrella que le lave la cara. Que eso suponga aumentar la deuda, que no se necesite, importa poco. Quién no renovaría la cocina de su hogar si, por mucho que no dispusiera de "un puto duro", ese duro surgiera de la inexistencia -allá donde habitan el abono de transportes y la sanidad pública- y rogara: gástame.

Cuando despertó, el asesor experto recomendó a sus clientes la campechanía, otro concepto con máscara de diccionario y que habla tanto de la realeza como del proletariado. Aprobó y alentó los comentarios jocosos fuera de micrófono pero con uno muy cerca de ti, para que el error certificara la humanidad del político en cuestión, su espontaneidad, los pocos grados que le separan de la tierra (escribo en masculino, no en neutro, porque eso se les parece más). No sé si reparó en que los chistes acercan al titular fácil y la sonrisa inicial, y alejan y torturan a quienes pensamos que se gestiona con otros mecanismos más fríos, menos cercanos, pero más efectivos y fiables: si no se dispone de "un puto duro" no se gasta, sino que se recorta de donde menos se necesita y se invierte donde más y, desde luego, no se bromea ni se reprocha a propósito, sino que se asume con seriedad la mala praxis de uno mismo, más o menos, o eso me ocurre y se me ocurre cuando desmigo la galleta en el café y leo ciertas noticias. Al gurú político le deseo mañanas tranquilas. Para quienes reciben sus advertencias y las desarrollan, combinando tonos y uniéndose al pueblo en verbal camaradería, pies en la tierra y un poquito más de responsabilidad, ese concepto para desenterrar que -a diferencia de tantas otras cosas- no cuesta nada.

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