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Columna
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10 años del Muvim

El 2 de julio de 2001, hace ahora 10 años, se inauguraba el Muvim. Muchas cosas han sucedido desde entonces, pero la exposición permanente con que el museo abrió sus puertas, L'aventura del pensament, sigue siendo muy visitada y su mensaje continúa siendo entendido por públicos de diverso origen y formación.

A esta continuidad ha contribuido el hecho de que el Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat, inicialmente Museu Valencià de la Il·lustració, naciera con el propósito de apoyar el proceso de educación formal (es decir, el que se desarrolla en el ámbito del sistema educativo institucionalizado), pero también fuera concebido para contribuir a la formación integral y continua de las personas con independencia de su bagaje. Al efecto, nuestro trabajo de aquellos años se orientó a disponer de un museo que pudiera satisfacer necesidades sociales en sentido amplio, incluyendo las derivadas de niños y jóvenes en proceso de escolarización dificultosa, las de la ciudadanía poco o nada sensible a los productos culturales o las de aquellas personas a las que el término "Ilustración" no les remitía a Kant, Lessing, Voltaire, Madame de Châtelet, Jovellanos, Cavanilles o Mayans.

En definitiva, queríamos responder afirmativamente a preguntas como las siguientes: ¿nuestra exposición estaría a la altura de la evolución social? ¿se adaptaría a las nuevas circunstancias del siglo XXI? O, dicho de otra manera ¿se ajustaría a la lógica argumentación que afirma que cada época, cada sociedad, demanda, necesita su museo y, por reducción, su exposición permanente?

Educar deleitando, a riesgo obviamente de no acertar, había de suponer una predisposición muy grande a volver sobre los propios pasos, a repensar lo decidido. Quienes deseábamos un museo amparado en prácticas alternativas, en concepciones inéditas, sabíamos que los contenidos de la muestra permanente se encontraban vinculados de alguna manera al adjetivo "efímero", y así lo explicitamos en su momento: los acontecimientos sucedidos con el paso de los años, o una revolución tecnológica, podía -y puede- convertir cualquier instalación expositiva en obsoleta, o imponer a la misma renovaciones en profundidad.

Igualmente, y en tanto que nos referimos muy mayoritariamente a entidades públicas (de este carácter son la mayoría de los museos en los contextos valenciano, español y europeo), nuevos responsables políticos podían ejercer el derecho a re-concebir los museos bajo su égida. Y lo mismo podía suceder como consecuencia del nombramiento de los responsables técnicos. Finalmente, la insatisfacción, el rechazo o el absentismo del público constituían las principales amenazas que podían pesar sobre el futuro de cualquier iniciativa de este tipo.

Pero que nadie se lleve a engaño: el conjunto de factores que se acaban de enumerar como riesgos para los museos más novedosos constituía, también, la espada de Damocles de las ejecutorias más conservadoras, y ello con independencia de la mayor o menor conciencia de este hecho por parte de sus responsables. Sea como fuere, los autores de L'aventura del pensament (Marc Borràs, Boris Micka y quien esto suscribe) contamos en 1996 con la complicidad del impulsor del proyecto, el entonces presidente de la Diputació de València Manuel Tarancón, y la de su equipo, así como con el consenso inicial de los miembros de los cuatro grupos políticos de la corporación. Todo ello hizo que los objetivos fueran mucho más fáciles de cumplir y que aquella apuesta arriesgada, renovadora, y entendida como un acto de comunicación, pudiera llegar a buen puerto. De los palos en las ruedas ¿para qué hablar ahora?

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Transcurrida una década, las valoraciones de los públicos sobre la exposición permanente del Muvim siguen siendo muy positivas, y ésta acredita por ello una rentabilidad social fuera de toda duda. Ademáss constituye una referencia ineludible a la hora de sortear determinadas inercias en los campos museológico y museográfico: atreverse a imaginar nuevas formas de relación entre los museos y los usuarios, entre las instituciones culturales y quienes las sufragan con los impuestos, tiene sus compensaciones.

Rafael Company es coautor del proyecto del Muvim y antiguo director del mismo.

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