Pizza en el desierto de sal

Antes de empezar a rodar su última película, Blackthorn, "una road movie a caballo", que estrenó ayer, el director Mateo Gil recorrió el Altiplano boliviano en busca de localizaciones.

¿Por dónde empezó?

Volamos a Tarija, una pequeña y próspera ciudad. Allí nos hablaron de Tupiza, que no estaba muy lejos. Pero no fue una buena idea.

¿Por qué?

Fuimos en coche por la carretera en la que más miedo he pasado en toda mi vida. Estrecha, sin vallas ni ningún tipo de protección junto al barranco. Terrorífico.

¿Y qué tal la vida a 4.000 metros?

En general llevé bien el mal de altura. Cuando me ponía mal, mascaba un poco de hoja de coca. Lo peor fueron las anginas. Estaba tocado de la garganta y en Uyuni me tuve que dar chutes de oxígeno.

A pesar de todo se quedó.

El salar de Uyuni es uno de los sitios más impresionantes del planeta. Es el mayor desierto de sal del mundo, un lugar fantasmagórico, único.

¿Pasó varios días allí?

Grabé en sus alrededores. La ciudad brilló porque tuvo la primera vía de ferrocarril que conectaba con Chile. Luego, cuando se agotaron las minas, quedó semiabandonada. Por sus calles se respira melancolía, pero debido al salar tiene bastante turismo y muchos restaurantes donde se puede probar carne de llama o visitar la mejor pizzería de Bolivia.

¿Pizza en el Altiplano?

Un gringo loco montó el local. Preguntas por él y todo el mundo lo conoce.

Parece que lo disfrutó...

Hice muchas cosas que no había hecho nunca.

¿Por ejemplo?

Bajé a una mina. Estaba asustado, siempre piensas que se va a derrumbar. El ritual que se hace antes de entrar me relajó un poco.

¿En qué consistía?

Llevas hojas de coca, dinamita y alcohol. Una parte del alijo se deja en la entrada, a los pies de una escultura que representa a las deidades del mundo subterráneo. Otra parte la llevas dentro para los mineros.

¡Qué místico!

El Altiplano es muy especial. Si te descuidas te puedes tirar allí varios meses.