"Siempre fui un bicho raro, en Tolosa y Ginebra"
Arancha González Laya habla cinco idiomas porque su madre, que no pudo aprender lenguas, se empeñó. Estudió francés en la escuela y con siete añitos empezó con el inglés. Así inició las bases de una carrera que le ha llevado a ser la jefa de gabinete del director general de la OMC (la Organización Mundial de Comercio). "Me ocupo de todo, cuando digo todo, es todo: de llevar maquillaje para que no le brille la calva en una entrevista y de que el discurso contenga esa frase que quieres para titular... Tengo poco poder pero mucha capacidad de influencia", dice modesta esta mujer que es lo que llaman una sherpa, una discreta negociadora de acuerdos que otros firman. Su actual jefe, Pascal Lamy, fue muchos años sherpa de Jacques Delors.
La jefa de gabinete del director de la OMC admiraba la UE desde jovencita
González, nacida en 1969, elige el restaurante en un guiño a su pueblo, Tolosa. "Es nuestra aportación a la gastronomía española". Pero descarta "las babarrunas (alubias rojas)" porque son días de calorazo. Mejor pescado. Con pimientos del piquillo, por supuesto.
Le sorprende que alguien se sorprenda cuando cuenta que ya de adolescente estaba fascinada por Europa y sabía que quería trabajar en asuntos europeos, en Bruselas, "pero no en qué". Rondaba los 17 años cuando España entró en la UE. "¡Entrábamos en el mundo civilizado!". Un gran contraste con las continuas huelgas en los institutos de Euskadi -"en tercero de BUP perdí la mitad de las horas lectivas"- y un drama para esta estudiante aplicada, cabezota, y muy constante que, además, era hija de un director de escuela pública. Hizo COU en uno privado.
Comemos un lunes que era festivo en Ginebra, sede de la OMC y de su casa. Vino a Madrid para pasar el fin de semana con amigos. Explica con absoluto desparpajo que siempre ha sido "un bicho raro", desde cría: "En Tolosa era la que hablaba castellano en casa, tengo el euskera oxidado; en Bruselas, la portavoz mujer; en la OMC, la primera jefa de gabinete ¡y la más joven!".
Vive fuera de España desde 1992, ha sido abogada en un bufete alemán y es funcionaria europea. Viaja la mitad del año por todo el mundo porque sus "clientes" son los 153 países de la OMC, que "no es un club económico, sino un conjunto de reglas entre países. Por cierto, el comercio está mucho mejor regulado que las finanzas".
¿Y cómo ve a España desde allí fuera? "Hay que arreglar unas cuantas cosas", se arranca y las detalla, didáctica. "Uno, acabar con la cultura del pelotazo, del éxito fácil; dos, la tolerancia hacia la corrupción, con mayúsculas y con minúsculas. Y tres, hay que promover el sentimiento del bien común, se alimenta lo mío, mi pueblo, mi comunidad".
Se nota que a González le gusta compartir sus experiencias, por eso le encanta dar clase. Lo hace en Brujas (Bélgica) y en Shangai (China). Hasta para eso tiene tiempo la jefa de un equipo de seis directivos (un brasileño, una francesa, una egipcia, un lesotense, un chino y ella) que mezcla solteros (como ella misma), casados, economistas, juristas, socialdemócratas, conservadores y liberales.
Insiste en que llegar a acuerdos en los organismos multilaterales "cuesta muchísimo, es muy complejo, lento, pero luego resulta muy eficaz", sonríe satisfecha.
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