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Columna
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Los nuestros

No ha pasado más que un mes desde las elecciones y si nos dieran la oportunidad de sacar el voto de la urna donde lo depositamos el pasado 22 de mayo, más de uno lo haríamos de buena gana. Hay mucha gente que hasta el último momento estuvo reflexionando sobre la conveniencia de votar a quienes había votado siempre o, harta ya de tanto despropósito, variar su elección, poniendo en manos de otra izquierda sus deseos de cambio.

Pero he aquí que ahora se encuentra con que su voto ha sido utilizado para entregar el poder de los Ayuntamientos a la derecha. Y eso pese a la promesa electoral de no propiciar en ningún caso Gobiernos del PP. Ustedes dirán que cada cual tiene derecho a cavar su propia tumba. Cierto. Pero sin hacernos cómplices.

Tiene que haber otras maneras de hacer política. Las cosas no pueden funcionar igual que en el siglo XIX, cuando todo aquello del turno de partidos, el caciquismo y el sufragio restringido. Muchos candidatos de hoy parecen vivir aún en esa era. Rajoy podía pasar perfectamente por uno de aquellos políticos de la Restauración de traje, puro y casino provinciano, incapaz de entusiasmar ni siquiera a los millones de españoles que le votan. Rubalcaba es un veterano de la vieja guardia, más curtido y bregado y sin duda un maestro en el arte de la supervivencia, pero permanece anclado a la inercia del aparato. Por no hablar de Cayo Lara, que ha dilapidado su inesperado patrimonio electoral en apenas unas semanas.

Todos ellos se creen zorros viejos del oficio, profesionales de la política, huesos duros de roer. Y sin duda lo son. Solo que la experiencia en este caso no es un valor añadido, sino un lastre. Son jugadores que conocen de antemano las cartas marcadas de la partida, llevan incorporado en el chip el cinismo de los viejos tahúres con todos sus vicios. Y por eso sus modos de hacer política contrastan con la presencia en las calles y en las plazas de una generación muy joven que ha decidido no jugar al póquer.

Chicos que ya nacieron con las habas contadas y que no parecen dispuestos a firmarle a nadie un cheque en blanco por cuatro años. Tampoco piden la luna, sino cosas muy razonables: una reforma de la Ley Electoral que incluya listas abiertas y refleje mejor nuestra pluralidad; un mayor control de la ciudadanía sobre la clase política y la banca; que sea posible cancelar una hipoteca con la entrega del piso al banco y cosas así, de andar con los pies por la tierra.

Los chavales del Movimiento 15-M no solo son jóvenes e inexpertos. Además, se las han tenido que ver con reventadores de la peor calaña. No son infalibles, no forman parte de ningún consejo de administración, no están en ningún sindicato y no han hecho la mili.

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