El riesgo extremo de López
El toledano, que se enfrentará ahora a Murray, remonta dos puntos de partido ante Kubot con su atípico juego
"Empezamos a madurar cuando nos reímos de algo que un día nos hizo llorar". Feliciano López, que gusta de estudiar cada jornada una nueva cita, abre su día de ayer con esa frase y bajo un calor infernal. El termómetro va siendo devorado por los 30 grados, y subiendo. El toledano, por el polaco Lukasz Kubot, su rival en los octavos de final, que se procura dos sets de ventaja, dos bolas de partido y un montón de muecas y tocamientos en lugares prohibidos para marcar a fuego el duelo. López tiene entonces la opción de abandonar y llorar su mala suerte. El sueño de Wimbledon se escapa en la montaña rusa de su tenis, repleto de brillos y oscuridades. Sin embargo, elige llegar a la sonrisa a través del sufrimiento. Tras 4h 18m, consuma la remontada (3-6, 6-7, 7-6, 7-5 y 7-5), la tercera de su carrera con dos mangas de desventaja, y se cita en los cuartos con el británico Andy Murray.
"Mi juego", cuenta luego para explicar sus 80 golpes ganadores y 28 aces junto a 20 errores no forzados, "es diferente al habitual de los españoles. Me arriesgo más que otros, asumo fallar más. De juego y confianza, mentalmente, puede ser la vez que llegue mejor a los cuartos de Wimbledon [su tercera presencia en esa ronda]. Voy a disfrutar, pero no me conformo. Jugar en esta pista central es el sueño de cualquier niño que quiere ser tenista".
"¡Callad! ¡Callad!", dice López a los suyos mientras se lleva un dedo a los labios desesperado por Kubot y su potente saque, un golpe constante en los higadillos. "¡Vete! ¡Vete!", grita a las pelotas del polaco, que una y otra vez pasan besando las líneas. Es una pista pequeña, la número tres. El público escucha respirar a los tenistas. Kubot, el número 93, se da golpes en el pecho. Desde el banquillo de Feliciano, que solo ganó un punto más que su contrario, gritan: "¡Venga, que le das la vuelta! ¡Arriba! ¡Arriba! ¡Suelta la mano! ¡Muévete de piernas!". López, sin embargo, juega tieso, más elegante que efectivo, pero dispuesto a luchar a brazo partido.
Al final de su encuentro, David Ferrer, que sí que es un molinillo, que sí que es una chispa de movimiento constante y piernas a altísimo ritmo, entró en la misma pista y sucumbió (3-6, 4-6 y 6-7) contra el francés Jo-Wilfried Tsonga.
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