El cine de aquel invierno
En el primer día de enero del invierno de 1963, a los catorce años de edad, inicié un diario en el que, a lo largo de cinco meses, fui anotando todo lo que consideraba relevante, hasta que me cansé, entiendo que me cansé el viernes 3 de mayo, día en el que ya no anoté nada, lo que naturalmente me hace preguntarme qué pudo suceder aquel 3 de mayo para que enmudeciera hasta el 1 de enero de 1985, cuando me decidí a volver a llevar un diario.
Del día martes 1 de enero del 63 quedaron unos datos que el tiempo ha vuelto tristes: tres de los cuatro familiares que visitaron la casa de mis padres aquel día llevan muertos ya tiempo. Por la tarde, con los invitados, "grabamos canciones en un magnetofón" que trajo uno de los invitados. No sé qué canciones serían, pero creo que la palabra ahí clave es magnetofón, pues no había tenido hasta entonces tan cerca ninguno. ¿Me magnetizó el magnetofón?
Nadie pone en duda que los círculos están también para cerrarse
En la noche del día 2 vi en la televisión (escribí literalmente: "veo en tve") el entonces famoso programa Esta es su vida, "dedicado a un hombre que vive en los Hogares Mundet". Creo que el hombre que yo entendí que vivía en esos hogares era el propio fundador de los mismos, Arturo Mundet, un industrial catalán que hizo gran fortuna en América y en 1955 donó a Barcelona muchos millones de la época para la construcción de un complejo residencial para ancianos y huérfanos.
El día 3 por la mañana fui introducido al altar del "sentido crítico" cuando alguien -algo así nunca me había ocurrido- habló mal de mí en el patio de juego del colegio y un profesor me dio al respecto un consejo muy sabio, un consejo que anoté debidamente y que toda mi vida he tenido en cuenta y que, dicho con mi lenguaje de ahora, podría formularse de la siguiente forma: "Cada vez que digan algo en contra de ti, muéstrate siempre de acuerdo; y además, diles que te parece que ese trabajo lo sabes hacer mejor tú".
Por la tarde, fui a nadar. Recuerdo que iba mucho a una piscina de la Travessera de Gràcia. Saliendo de allí, me dirigí al cine Maryland, donde con dos amigos de la escuela vi Tres sargentos y El príncipe encadenado. Nada recuerdo de ninguna de las dos. Sabemos que de las películas que hemos visto a lo largo de la vida, yendo las cosas muy bien, apenas alcanzamos a acordarnos de una imagen o de una escena. Con Tres sargentos y El príncipe encadenado no tengo ni el más mínimo recuerdo, ni siquiera después de haber utilizado el buscador de Google para poder refrescar literalmente mi memoria.
He hallado la ficha técnica de las dos películas, pero no consigo acordarme de nada. El príncipe encadenado la dirigió Luis Lucía y en su reparto están María Mahor y Katia Loritz, famosas entonces; de Mahor creo que estaba ligeramente enamorado, pero tampoco podría asegurarlo; Loritz era espectacular, pero decían que era novia del futbolista del Barça Luis Suárez y eso complicaba las cosas. Tres sargentos -veo en Google- era un western de John Sturges en clave de comedia (con Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr.) y seguro que la broma de la camarilla mafiosa de Las Vegas, la juerga particular del clan Sinatra, no me interesó nada porque los westerns me entusiasmaban, pero no podía comprender -sigo igual ahora- que no fueran en serio.
Al día siguiente, volví al cine. Con el amigo Ruiz Soriano -el primero del mundo en hablarme de Bob Dylan- fuimos al cine Cataluña, donde daban El empleo y Sola ante el peligro. De este último film tampoco recuerdo absolutamente nada. He podido ver que su título original era The second time around y lo dirigió Vincent Sherman y era en clave de comedia, lo que probablemente me dejó frío. Es curioso, pienso ahora, lo tarde que me inicié al humor, probablemente porque mi iniciación a la tragedia requirió de mucho tiempo y de profundización en ella y porque me parece que a esa edad sólo acertaba a ver el ángulo serio del mundo.
De El empleo, del italiano Ermanno Olmi, sí que me acuerdo, quizás porque fui a verla sabiendo que retrataba cierta "realidad social", sobre la que era consciente en aquellos días de saber poco. El film narraba la historia de dos jóvenes que buscaban su primer empleo y supongo que, como jamás había tenido una profesión u oficio, estudié el asunto con atención, pues se trataba nada menos que de saber qué quería ser en la vida. Recuerdo que el film me pareció aburrido y, en consecuencia, los empleos también. De hecho, yo creo que fue mi primer contacto -un tanto indirecto, claro- con el mundo de Kafka, porque la única imagen que recuerdo del film es una multitud de oficinistas en un escenario de pupitres infinito. En el fondo, la película nos recordaba que se trataba de encontrar en la vida un posto (un sitio, un empleo, situarse) para siempre.
Reviso sólo los films que vi a lo largo de aquel invierno y tras cotejarlo todo en Google, constato que de ninguno de los que en esos tres meses vi me queda rastro en la memoria: Kansas busca un asesino, Plan 402, La tercera llave, Bajo el signo de Roma, Dos frescos en órbita, Entre dos pasiones, Silla eléctrica para ocho hombres, Yo soy el padre y la madre, Crimen en Montecarlo, Vacaciones para enamorados, Soltero en el paraíso, Atraco audaz, Barreras de orgullo, La esposa del embajador.
Hasta el 21 de marzo, el primer día precisamente de la primavera, no encuentro un film (lo vi en el cine Vergara) del que haya conservado recuerdos: Hatari, de Howard Hawks. Hatari significa peligro en swahili. La película fue filmada en lo que hoy es Tanzania, en un rancho que entonces era propiedad del actor Hardy Krüger, no muy lejos de donde el próximo otoño se casan Paula y Malcolm. El lugar parece que lo hayan elegido estos amigos para que se cierre un círculo, si es que hay círculos que se cierran, lo que no está claro en círculos como éste, que va de la primavera del 63 hasta nuestros días. Pero bueno, nadie pone en duda que los círculos están también para cerrarse. Al menos, los círculos de ensueño, de los que todos hemos oído hablar alguna vez y sobre los que el cine y Tanzania lo saben todo.
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