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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En presente reivindicativo

Javier Vallejo

Antaño podíamos darle tiempo al tiempo (de ahí el título de este musical): ahora lo tenemos hipotecado, como tantos pisos cuyo precio inflaron las tasadoras para engordar el negocio de los prestamistas. El primero de los nueve números de Time al tiempo parodia las rutinas perversas del zozobrante negocio hipotecario: sus atribulados protagonistas van al banco para que les conceda días de 25 horas, porque con menos no les llega, y el director de la sucursal acaba endosándoles un paquete de lustros de seis años y un día, menuda condena.

Time al tiempo es una humorada crítica donde la compañía madrileña Ron Lalá contabiliza lo efímero de la existencia, orquesta una justa poética entre pasado y futuro, de la que se aprovecha el presente, oportunista genuino, y pone en suspenso a Cronos durante una hora y 45 minutos risueños, que se pasan volando. Yayo Cáceres (el director) y sus cinco intérpretes llevan la función sin desmayo y de menos a más.

TIME AL TIEMPO

Texto, composición y arreglos: Ron Lalá. Intérpretes: Juan Cañas, Miguel Magdalena, Iñigo Echevarría, Daniel Rovalher y Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres. Teatro Alfil. Del 22 de junio al 19 de septiembre.

Los chicos de Ron Lalá hacen una humorada crítica en tono paródico

El número del ejecutivo repentinamente enfermo, en visita a la India para que lo sane el Gurú Gúnguru, nos transporta a un oriente de pacotilla digno de El asombro de Damasco. En la genética de Ron Lalá están La Trinca, Los Vieneses, Karl Valentin y los libretistas Enrique García Álvarez y Antonio Paso, también productores copiosos de ripios, juegos de palabras y chistes chispeantes unas veces y ocurrentes otras. Hay en Time al tiempo un poso de géneros barridos de nuestra escena en su día, como la revista y el sainete lírico, que rebrotan con energía donde uno menos se lo espera: ese diálogo entre el zángano zumbón y la margarita recién cortada es de naturaleza tan surreal como el coro de las calles de La Gran Vía, y el color de época del número del duelo con armas de fuego nos aproxima paródicamente a las operetas de Gilbert y Sullivan.

Los chicos de Ron Lalá cocinan platos nuevos con ingredientes tradicionales: en lo musical y lo estético, están en la espuma de nuestros días, pero sus raíces tocan nivel freático; si economizaran algún chiste facilón (¡ese ciego que dice ver el futuro!) habría pocos peros que ponerle a su labor. Artísticamente, han crecido mucho con respecto a unos años atrás. Quizá les venga un pelín escaso el escenario del Teatro Alfil, aunque su platea coloca al público en el punto de ebullición ideal. Un intermedio lírico de Álvaro Tato estratégicamente situado pone un contraste necesario al tono paródico dominante. Genial, el cuadro flamenco de la evolución del homo sapiens, que cierra el espectáculo arriba, por bulerías ("mira si soy troglodita / aunque parezca mentir a/ que vengo pintando bisontes / desde Atapuerca a Altamira"), colombianas y tanguillos. Olé.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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