_
_
_
_
Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Camellos y moralistas

Carlos Boyero

Aunque sea el afrodisiaco, vicio, placer o adicción favorita para infinita gente de cualquier lugar y condición, la pornografía mantiene su condición vergonzante, se etiqueta socialmente a sus consumidores con epítetos relacionados con lo enfermizo, las iglesias la incluyen entre los pecados, ofrecerle ese tipo de gusto al cuerpo se estigmatiza como algo malsano. Es algo que se consume en privado y de la que hay que mantener alejados a los niños. Pero la pornografía no se limita a imágenes de anatomías que se restriegan, besan, chupan, penetran e intercambian sudores erógenos.

Hay variados tipos de pornografía. En algunos, el protagonismo no lo ejerce el bendito sexo. Hay mirones que alcanzan su plenitud orgásmica contemplando derramamiento de vísceras, naturalismo quirúrgico, evolución de las enfermedades más salvajes, torturas y asesinatos reales, sadomasoquismo, coprofagia, cositas raras que repelen a las sensibilidades encuadradas en la normalidad.

Hay una clase de pornografía que yo detesto especialmente. La ha inventado el Estado en nombre (como siempre) del bien común. Intenta provocar el terror en los irresponsables fumadores, en los yonquis de la nueva era. Y exhiben esa pornografía en público, agrediendo hasta límites intolerables, excepto a los tarados, a todo aquel que fije su mirada en un paquete de tabaco.

Antes nos avisaban por escrito de que la nicotina y el humo nos mata (como si no lo supiéramos), envejece nuestra piel, nos hace impotentes, asesina al esperma, tortura al inocente vecino, etcétera, etcétera. Al parecer, esas apocalípticas evidencias no eran suficientes para que desertáramos del horror. Ahora, imprimen fotografías de agonizantes que cubren su febril rostro con una toalla, gargantas y pulmones minuciosamente devastados por la metástasis del monstruo, fetos que van a ser destrozados por el ajusticiable enganche de la madre. Y así. Barbaridades expuestas por el eficiente trabajo de ministerios sanitarios, consejeros, asesores, psicólogos, sociólogos, publicistas, profesionales del miedo y del conductismo.

Y admiras el feroz celo por nuestra salud que despliegan los administradores del bien. Hasta que constatas el pastón que recaudan con el veneno que nos suministran. Los traficantes del tabaco también ejercen de médicos y nos previenen del mal. Cosas de la libertad democrática y de la doble moral.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_