El enigma de Sarah Palin
Estados Unidos tiene algo -entre otras muchas cosas- muy bueno. Lo que un gobernante hace o dice en el ejercicio de sus funciones, la opinión pública tiene un derecho natural a saberlo. Así es como se han desclasificado más de 24.000 correos electrónicos de Sarah Palin durante los años (2006-08) que fue gobernadora de Alaska.
Palin, de 46 años, fue elegida por el candidato republicano a la presidencia John McCain como aspirante a la vicepresidencia y, en parte por culpa de la propia interesada, su imagen quedó indeleblemente como la de una ignorante enciclopédica, carente del menor atisbo de visión internacional, así como la de una mujer ultrarreaccionaria. La verdad, sin embargo, es más matizada y, quizá también, más cínica.
Lo mejor de Palin es lo que tiene de más auténtico. Su sorpresa mayúscula cuando le anunciaron que iba de vicepresidenta, y en su estilo, tanto privado como público, exhibe una cierta lozanía antiestablishment, que gusta al ciudadano medio, tan lego como ella sobre las cosas de este mundo.
La antigua gobernadora no ha tenido inconveniente, sin embargo, en cumplimiento de esa presentación de sí misma, en retorcer o arrinconar con gran cuidado en el fondo del armario algunas de sus aparentes convicciones. Ser republicano es hoy en Estados Unidos equivalente a descreer del cambio climático, y la señora Palin descreyó a fondo, a pesar de que en algunos de esos correos se mostraba preocupada por todo lo que nos viene del espacio, y aún más legítimamente, en el caso de Alaska, donde la explotación de las riquezas del subsuelo no siempre parece compatible con la preservación de un mínimo equilibrio del
medio ambiente.
Sarah Palin siempre ha vendido no sin agudeza su imagen como la de "una mamá del hockey", con lo que aludía a esas madrazas que jalean a sus hijos desde las gradas en los partidos de hockey sobre hielo, una de las grandes actividades recreativas en las tierras del Yukon.
Esa imagen aún persiste y sobre esa plataforma Palin deshoja todavía la margarita sobre si quiere optar de nuevo, pero esta vez a toda la presidencia. Para eso los correos no revelan, sin embargo, aptitud alguna digna de mención.
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