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Reportaje:

La obra cumbre de Goldstein se estrena en España

Fernández Montesinos cae enamorado de 'David y Eduardo' que interpretan Fernando Conde y Juan Gea en el Teatro Lara de Madrid

Se ha juntado una buena triada de profesionales valiosos y solventes para estrenar en España David y Eduardo, la primera comedia del dramaturgo británico Lionel Goldstein. Ha sido puesta en pie por el director y responsable de la versión Ángel Fernández Montesinos y los actores Fernando Conde y Juan Gea, quienes pueden no ser muy mediáticos, pero sí conocidos y admirados por los aficionados y entendidos de teatro.

Están en el Teatro Lara con una comedia que triunfa en Europa y Estados Unidos y que sirve para mostrar un auténtico duelo interpretativo. La historia llega a ser incluso inquietante: David, un acomodado hombre de negocios, judío, acaba de perder a su esposa y en el funeral aparece un extraño sin invitación; es Eduardo, un interesante tipo de más o menos la misma edad que también viene a despedirse de la misma mujer. Entre ambos surgen múltiples preguntas sobre los últimos 40 años, en que los tres fueron protagonistas de la misma relación, a tres bandas, muy reveladora de la condición humana.

La trama se inicia cuando dos hombres acuden al funeral de una mujer

"Nada más caer en mis manos me pareció una comedia sensacional", señala el director quien descubrió la obra en el despacho de Juan José Arteche, conocido hombre de teatro español, "enseguida tuve claro que era perfecta para dos actores estupendos que pudieran encarnar esos personajes contradictorios, que no saben si han estado con la misma mujer o con dos mujeres diferentes, así que pensé en Conde y ambos tuvimos claro que Gea era el partenaire perfecto lo que estuvo claro desde el principio es que a todos nos pareció un texto maravilloso, lleno de contrastes, hoy tan escasos en el teatro, cuando una obra siempre debería nutrirse de ellos"

David y Eduardo se dio a conocer en su versión de teatro televisado en 1984, ya que sir Lawrence Olivier escogió esta obra para su despedida de la televisión, acompañado, en esa ocasión por Jack Gleason, consiguiendo el premio ACC a la mejor obra de teatro televisivo. En 1994 se estrenó la versión teatral de la obra en Tel-Aviv y debido al gran éxito obtenido, pronto se representó en Australia, Argentina, Estados Unidos y otros países. En París subió al escenario en 2010, interpretada por Michel Aumonr y Michel Duchaussoy. "Ya no se hacen comedias de este tipo, y es una pena, seguramente se debe a que los que dominan los diálogos y las situaciones están metidos en el mundo de las televisiones, porque lógicamente los solicitan como guionistas, aunque eso ocurre con los autores internacionales, sobre todo anglosajones, ya que aquí no hay tradición", apunta Fernández Montesinos en referencia a Goldstein, quien actualmente vive en Londres, donde nació en 1935, y donde empezó a triunfar como autor de numerosas novelas y obras cortas de teatro. Debido a ese éxito es contratado en 1979 por la BBC británica, para la que escribe varias series televisivas de gran éxito, triunfando más tarde con obras de teatro y guiones producidos por Granada TV y la BBC, que son interpretados por los mejores elencos de actores ingleses.

Conde, que se muestra encantado de regresar a un texto contemporáneo tras su paso por Shakespeare en los últimos dos años con El mercader de Venecia, dice que su personaje es un hombre con carácter fuerte: "En su juventud era tremendo, con prontos terribles, pero al mismo tiempo es un personaje tierno, con muchas historias dentro de sí, lo cual para un actor es muy gratificante, porque da lugar a muchos matices y enormemente difícil por los contrastes, desde luego mucho más difícil que Shaylock [el protagonista de El mercader...]; esta comedia me venía bien, necesitaba como actor dar un giro y pasar de la grandilocuencia al diálogo normal, y más aún en un país donde somos muy dados a encasillar, de hecho muchos aún me ponen el cartel de Martes y Trece", dice en referencia al grupo que fundó hace décadas y del que se salió para desarrollar su carrera de actor dejando a Millán Salcedo y Josema Yuste, la pareja del afamado dúo hoy desaparecido.

Por su parte Juan Gean dice de Eduardo, su personaje: "Es una persona absolutamente normal, con una vida normal, mujer, hijos, pero con una vida paralela de pasión abnegada, diría que su verdadera cara y su verdadera vida, pero que nadie conoce".

Por su parte el director sostiene que los personajes llegan a la conclusión de que ninguno de los hombres le robó la vida al otro: "Parece ser que fue ella quien les robó la vida a los dos, algo que queda claro en esta función que pasa por la guerra mundial, el mundo de la familia y transmite que todos tenemos dentro un montón de cosas".

El montaje lo aborda la productora Darek (Daroca, pueblo aragonés de Conde, en lengua medieval), ya que un día el actor, junto a su mujer, decidió que no iba a esperar a que le llamaran, sino que debía poner en pie sus propios proyectos.

No obstante la situación del teatro ha cambiado mucho: "Antes luchábamos todos contra todo, (censura, público...) para tener un gran éxito porque era hacer temporada en Madrid y gira incluso de años; ahora se monta un espectáculo para ver si lo quieren en Logroño un fin de semana y se supone que los actores, productores y directores tienen que vivir de cuatro o cinco bolos al mes, y encima si los haces cobras a los seis meses, o nunca, y los Ayuntamientos que no pagan, tampoco pagan los derechos y hay conflicto con tres mil y pico Ayuntamientos", señala Fernández Montesinos acerca de la situación actual del teatro "esto se debe a que los teatros han terminado en manos de los políticos, a los que les da igual ocho que ochenta". A ello añade Conde: "Los programadores se convierten en dioses y no te llevan, no porque no les interese el montaje, sino porque la obra no les gusta, como me pasó a mí con El mercader de Venecia, no atienden a las necesidades del público sino a sus apetitos teatrales". Juan Gea además añade: "Hay una cierta vuelta de los espectadores, creo que los musicales ayudaron, pero vuelven a valorar el contacto humano hartos de tanta pantalla, pero falta innovación, genio. Las administraciones realmente siguen sin saber muy bien qué hacer con él; los teatreros debemos cambiar nuestros esquemas y empezar a funcionar independientemente de ayudas oficiales, pero para eso necesitamos que nos dejen en paz con los circuitos, con los locales, que dejen de controlar de verdad; necesitamos riesgo y libertad; hoy por hoy, hace falta mucha vocación para seguir aquí".

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