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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Despedida a Jorge Semprún

Hoy somos muchos los que, por mucho que la sabíamos próxima, lamentamos la desaparición de Jorge Semprún. Somos muchos los que hemos respetado y querido a un hombre excepcional, por el cual, por su vida y por su obra, nos han sido transmitidos retazos esenciales del siglo XX, vividos en primera persona y pasados lúcidamente por el tamiz de la reflexión. Su causa fue siempre la de la libertad, la suya frente a los poderes, los partidos y las instituciones y la de los pueblos, en lucha contra los tiranos y opresores.

Se recordarán muchos de los hitos de la trayectoria vital de Semprún para atestiguarlo. Ahí están el exilio republicano, la Resistencia, la deportación, la militancia comunista, la clandestinidad, seguidas de la ruptura, la denuncia y el descubrimiento de la razón democrática, como etapa última, que no final, en la apuesta incesante por la libertad y la justicia. En el camino la fraternidad, en el horizonte la utopía, y en todo momento el inconformismo y la crítica.

Hoy somos muchos los que nos sumamos al homenaje a Jorge Semprún. Lamentamos que nuestro país, ingrato con algunos de sus mejores hijos vivos, prefiera una vez más celebrar honras post mórtem, y que las venerables instituciones, estatales, académicas y universitarias, no hayan sabido ni querido estar a la altura de las circunstancias para hacer público reconocimiento de la obra de una vida sin parangón.

Hoy es Jorge Semprún quien se despide de nosotros. Hasta ahora habían sido otros, sus alias, los muchos personajes que encarnó en las diferentes etapas y actividades de la vida, los que habían ido desapareciendo por obra de su mentor. Ahora es él mismo quien comparece, "solitario y desnudo ante la muerte. Elegirá su momento; yo estaré listo. A decir verdad, hace ya algún tiempo que lo estoy", escribía en 1998.

Quizá sea el momento de acompañarle en su último viaje a Biriatou, a la frontera entre Francia y España, los dos países que amó y que son suyos por igual, y, envuelto en la bandera tricolor, rojo-gualda-morado, dejar reposar por siempre al rojo español mientras sus obras, inolvidables, seguirán alumbrando por mucho tiempo los nuevos retos del destino humano.

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