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Columna
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Hay partido para la izquierda

A pesar de todos los pesares de la izquierda, que son muchos, en las dos últimas elecciones su cifra de votos en Galicia fue similar al de la derecha. En números redondos, PSdeG-PSOE, BNG e IU suman más o menos lo mismo que el PP y más sumarían si lograsen seducir a los ya miles de gallegos que votan en blanco, en una clara señal de que no les gusta lo que hay y de que el Movimiento 15-M es algo más que una aventura. Por tanto, incluso en el peor de los escenarios, el problema de la izquierda en Galicia no está tanto en los votantes, que siguen ahí, como en sus partidos, que tienen problemas tan elementales cómo ponerse de acuerdo -sin complejos- sobre cuál debe ser su mínimo común denominador para desarrollar la estrategia progresista que abanderan. Claro que antes también habrán de resolver al menos otros dos asuntos que el PP sí tiene mejor encauzados: la cohesión interna y el liderazgo.

PSOE y BNG tienen ahora tiempo para meditar cómo pueden lograr la victoria en Galicia

Los socialistas gallegos, que resistieron la debacle electoral del 22-M mucho mejor que en el resto de España, tienen por delante un escenario difícil -imposible negarlo- pero con un punto a su favor: no dependen de la ola de Madrid, como sucedía antes, sino de su propio proyecto político. Las cosas le van más o menos bien en tres de las cuatro provincias y su estirón en Vigo contrasta ahora con su revés en A Coruña, su feudo tradicional, venido a menos, como el Depor. Más pronto que tarde, el PSdeG deberá reforzar su liderazgo aprovechando la designación del candidato a la presidencia de la Xunta y, en paralelo, tendrá que revisar su estrategia política pensando en su propio proyecto, pero también en la manera de compartir una serie de valores con el BNG, ya que de otro modo siempre ganará el PP en Galicia. Si nada cambia, dos nombres escribirán su futuro: Pachi Vázquez y José Blanco.

Los nacionalistas quizá tienen más definido su ideario, ahora genuinamente de izquierdas al estar inspirado por la UPG, pero, en cambio, siguen en busca de acomodo para todas sus sensibilidades, que son comprensibles tratándose de un frente, si bien no siempre son explicadas a los ciudadanos. En consecuencia, su asamblea de otoño se presenta como una magnífica oportunidad para aunar voluntades o, si procede, separar el agua del aceite. Su futuro liderazgo será más una consecuencia de ese proceso que una premisa de partida. Junto a Francisco Rodríguez, que sigue siendo el gran estratega del nacionalismo, y a Xosé Manuel Beiras, todo un referente intelectual, habrá que seguir con atención los pasos de Guillerme Vázquez, Teresa Táboas, Carlos Aymerich, Martiño Noriega, Miguel Anxo Fernández Lores y Francisco Jorquera. Anxo Quintana ha decidido hacer un alto en su camino.

Ambos partidos, PSdeG y BNG, saben quejarse juntos -por ejemplo, para denunciar que la derecha juega con ventaja mediática- pero les cuesta ponerse en valor en la misma foto, incluso asumiendo que uno sin el otro no puede gobernar. Por momentos dan la sensación de que no tienen sala de estar.

El PP es el gran beneficiario de las contradicciones de la izquierda y al mismo tiempo es hábil al tapar las suyas, que existen -Baltar, tránsfugas, etcétera- pero que no empañan su imagen de fortaleza. La figura de Alberto Núñez Feijóo es, en ese sentido, determinante, al ser capaz de tomar distancia de los líos que van a parar al despacho de su eficaz secretario general, Alfonso Rueda. Quizá su problema reside en que su Gobierno no está a la altura de la buena imagen del presidente y que, a la larga, puede palidecer. Por eso no sería extraño que veamos pronto cambios, de modo que no se imponga algo que la oposición ya lleva meses diciendo: la Xunta deshace más de lo que hace.

El calendario de ajustes económicos condicionará la agenda de Galicia no menos que la de España.El objetivo de la actual política es fomentar a medio plazo la competitividad para afrontar así la crisis de la deuda y los problemas del déficit público, pero de entrada no se ven los resultados, sino simplemente paro-el gran drama-, moderación salarial, menos gasto en pensiones y prestaciones sociales, y la llamada flexiseguridad en el empleo; es decir, nada que genere ilusión. Por eso aquellos que creen en la política tienen una gran oportunidad: demostrar que se puede salir a flote. También en Galicia.

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