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Columna
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Un futuro incierto

¿Qué futuro aguarda a la ciudad de Alicante? Resulta difícil formular un pronóstico. El Ayuntamiento que se constituirá el próximo sábado nace lastrado en su credibilidad. Los acontecimientos de los últimos días dibujan un panorama que invita al pesimismo. Sea cual sea la respuesta que los políticos den a sus problemas, su conducta repercutirá sobre la ciudad y afectará a su Gobierno. En una situación de crisis económica, lo menos conveniente era una dirección municipal débil. Esta es, sin embargo, la situación que aguarda a los alicantinos a partir del próximo día 11. El Ayuntamiento que se forme tras las elecciones lo presidirá una alcaldesa de conducta discutible -a la que ha votado una amplia mayoría de los ciudadanos- que tendrá enfrente una oposición alicaída. En estas circunstancias, tan semejantes, por otro lado, a las que vive la Comunidad Valenciana, no es mucho lo que cabe esperar. La cuestión es si Alicante podrá resistirlo o si, como ya se apunta, le esperan unos años de decadencia.

Los detalles del informe policial con las conversaciones mantenidas por Luis Díaz Alperi y Sonia Castedo con el constructor Enrique Ortiz, dejan a la alcaldesa de Alicante en una posición muy inestable. Habrá que aguardar, desde luego, a que los tribunales se pronuncien en su día. Pero, al margen de lo que los jueces digan, el clima de entendimiento y complicidad que se da entre los protagonistas resulta difícil de justificar. Quizá sea este el motivo por el que las explicaciones de Sonia Castedo han sonado tan poco convincentes. Al contrario de cuando conocimos, meses atrás, otra parte del informe, la vehemencia de Castedo no lograba ahora ocultar su nerviosismo. Es comprensible. Las conversaciones, la claridad de lo que se manifiesta en ellas, la manera en que se habla del reparto de la ciudad, el tono de compadreo que desprenden, resultan demasiado expresivos para poderlo disimular. ¿Qué autoridad moral tiene Castedo para gobernar la ciudad? Que la dirección del Partido Popular asegure tener el compromiso de Castedo de que estas cosas no volverán a repetirse, mueve a la sonrisa. Estas personas insisten en menospreciar nuestra inteligencia.

Ante la situación, Alicante necesitaría una oposición municipal fuerte, una oposición que equilibrara la balanza y pudiera infundir algún vigor en el Gobierno municipal. Por desgracia, esa oposición no existe a día de hoy. No se trata de contar con un mayor o menor número de concejales, sino de un estado de ánimo que no vemos por ninguna parte. Tras haber conducido a los socialistas a su mayor derrota electoral en Alicante -lo que ya es decir-, Elena Martín se empeñó la pasada semana en dar un golpe de mano en la agrupación local para hacerse con el poder. Pretendía resolver una falta evidente de liderazgo con un manotazo. Como su fuerte no es la estrategia, la operación se saldó con un fracaso rotundo y un efecto contrario al esperado: Martín ha logrado unir a todas las familias del socialismo alicantino en su contra. Con esta hoja de servicios, acudirá Martín a tomar posesión de su puesto en el nuevo Ayuntamiento, el próximo sábado. No parecen ser las condiciones más idóneas.

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