Gurke

En este momento lo más urgente para proseguir las movilizaciones ciudadanas en las capitales españolas es resistir a la marea en contra. La actualidad es como el mar. La empatía y el hastío se suceden con la misma constancia que el oleaje. La primera medida inteligente sería renunciar al sobrenombre de "indignados". En primer lugar, la pieza originaria basada en el best seller de Hessel carece de la relevancia necesaria. No tiene ni la profusión de datos ni el análisis de un Tony Judt, por ejemplo. Pero más grave aún es que bajo el paraguas de la indignación se refugian todos los aspavientos posibles. Están indignados desde los médicos, los pacientes, los ciclistas, los seguidores de Mou y los usuarios de móviles. Ahora lo complicado es encontrar alguien que no esté indignado.
Por si faltaba alguien, la indignación de los exportadores de hortalizas es extrema después de que el Gobierno alemán señalara al pepino como culpable de la expansión de la bacteria asesina y luego se desdijera tras hundir el mercado. Es bueno analizar la crisis sin indignación, porque fue el miedo a la indignación lo que la provocó. Si el pepino no fuera nuestro también habríamos aceptado que el Gobierno previniera contra lo que creía peligroso. Se nos olvida, como vimos en la gripe A, que las autoridades sienten pánico a fallar y utilizan todas las armas de prevención masiva a su alcance, a veces, para generar un problema mayor del que combaten.
Falla el sistema de alerta. La histeria es mala consejera. La sobreactuación es tan nefasta en la gestión política como en el arte dramático. Aunque ahora se premia a los actores pasados, que subrayan toda emoción y propulsan el psicologismo barato, sería bueno recordar que la primera lección para un actor que tenía que llorar en escena consistía precisamente en lo contrario. Tratar de contener las lágrimas era lo que transmitía la emoción más intensa. En la política mediatizada la sobreactuación encubre la carencia de información fiable. Las autoridades alemanas dieron bandazos peligrosos a costa del Spanische Gurken, pero ese pepino es metáfora del terror a la indignación popular.
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