No parece que escampe
Uno de los grandes méritos de la socialdemocracia errante es su capacidad de abstracción. Se les puede imaginar en medio de un bombardeo devastador, pero nadie deja de jugar al parchís. Al menos mientras quede refugio y cada vez queda menos. Circunstancia que contribuye al realce fugaz de esa reserva inamovible, en declive o extinción según el lugar. Qué gran hallazgo para disciplinas como la antropología y la biología evolutiva. En algunas aulas, cuando se explican los mecanismos que interactúan en la oferta y la demanda hasta lograr el precio de equilibrio de los bienes, el profesor pone fin al razonamiento con dos palabras: céteris páribus. Entonces los estudiantes despiertan súbitamente. ¿Mande? Céteris páribus es un complemento circunstancial, una expresión que aplicada a la ciencia lúgubre significa "permaneciendo todo lo demás constante". Es decir, en unas condiciones de laboratorio donde se ignoran o controlan otras variables que en la vida real modifican las dinámicas hasta alterar, y de qué manera, el precio de los bienes. Aquello que el venerable economista Alfred Marshall, que en gloria esté, empleaba para construir modelos abstractos, viene a ser como las cataplasmas que acostumbran a ponerse los exsocialistas cuando intentan recomponer el parchís después de cada sacudida. ¿Se puede fabricar un programa limpio de polvo y paja para aparentar hasta la próxima embestida, mientras desde el Gobierno siguen aplicándose en las tareas de demolición dictadas por la delincuencia financiera y los aparatos institucionales a su servicio? ¿Podrán soportar sus votantes, ya campo a través, el retorno a los clanes con sus más conspicuos representantes pugnando por mantener redes clientelares y cuotas de pesebres asociados? Difícil. Las muchedumbres que han ocupado la plaza han dinamitado el laboratorio. No hay céteris páribus, ni las asambleas ciudadanas son un complemento circunstancial.
Ahora mismo resulta impredecible establecer con éxito nexos de fluidez y eficacia entre el segmento de la izquierda que ha salvado los muebles y el optimismo, y unas acampadas que cuando el calor apriete deberán retirarse a los cuarteles cibernéticos, al menos hasta que refresque. La salud es lo principal. Pero esto no tiene pinta de que vaya a escampar, pese a los deseos del posfranquismo indígena, los restos bienintencionados del anciene régime o la caballería mediática. La irrupción del descontento, con sus crecientes alianzas ocasionales y emocionales, presenta reclamaciones incuestionables y urgentes: fin de privilegios para cargos públicos, incapacitar a los corruptos, fiscalidad progresiva, garantías judiciales, erradicación de los paraísos fiscales, Ley Electoral sin truculencias... La cuestión es cómo hacer frente a la nueva transición evitando las trampas del inmovilismo, la natural resistencia y las porras de la autoridad. Se admiten ideas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.