A Mariano Rajoy le falta valor

Al líder popular, Mariano Rajoy, se le ve estos días con una sonrisa mayor... de oreja a oreja. Está pletórico con los resultados obtenidos, aunque me pregunto, ¿son fruto del esfuerzo de su partido o del enfado popular por las medidas ingratas y erróneas tomadas por el jefe del Ejecutivo? Desde su bancada del Parlamento lanza sus bravatas contra Rodríguez Zapatero y su Gobierno. Sáenz de Santamaría pide al presidente que se someta a una moción de confianza.

Pero si existiera valentía en el Partido Popular, lo que en realidad debería hacer es presentarle al presidente del Gobierno una moción de censura. Pero claro, eso exige un ejercicio de valentía, y si lo hiciera estaría enfrentándose a su verdad: que hasta ahora se ha dedicado a verlas venir, a meter en la alforja a su favor los errores del adversario político; que no tiene proyecto de gobierno; y que sus medidas, las que pretende poner en marcha, son tan dolorosas, extremas y rupturistas que sabe que no obtendría el apoyo de ningún partido del arco parlamentario y que, a la vez, lapidaría esa alegría gaseosa y falsa en la que se apoya estos días para sentirse el líder carismático que no es en realidad. Si en sede parlamentaria, si en ese foro de la voluntad popular, donde la luz y taquígrafos exigen desnudarse políticamente, dijese lo que en realidad planea hacer para gobernar, perdería votos por millones.

Ahora mismo, su triunfo electoral se apoya en el descontento social y no en el convencimiento popular de que su formación política es la solución a los males que nos atenazan. A Rajoy le gusta vociferar sus promesas en los mítines, púlpito desde donde, no nos engañemos, a los políticos se les olvidan las promesas electorales con una velocidad directamente proporcional al interés con el que las proclaman.