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Entrevista:DESAYUNO CON... FRANZ ROSENBACH

"Intento olvidar el pasado pero no puedo"

Pablo León

Arbeit macht frei. Una vez al año, Franz Rosenbach (Horaditz, República Checa, 1927) cruza la inefable puerta de Auschwitz con ese letrero, que reza: el trabajo libera. La primera vez que la atravesó tenía 16 años. "Allí éramos todos candidatos a la muerte: 'Espera a mañana; mañana te matamos', nos decían", recuerda a sus 84 años desde una cafetería con vistas a la Gran Vía de Madrid. Después del campo polaco le trasladaron a Buchenwald y de allí al de Dora-Mittlebau. Es un superviviente del Samuradipen, el Holocausto gitano orquestado por los nazis. Medio millón de personas sinti y romá en Europa no se salvaron; parte de su familia tampoco. "Antes de la guerra éramos 21 miembros, después quedamos mis dos hermanas y yo".

Superviviente del Holocausto gitano, se dedica a combatir el racismo en Europa

Normalmente, por las mañanas toma café pero hoy elige zumo de naranja. "Cuando salgo de mi casa, en Núremberg, prefiero no arriesgarme", comenta con una sonrisa que asoma bajo el sombrero. Al sentarse a la mesa se lo quita. "Intento olvidar el pasado pero no puedo. Aparece una y otra vez. Cada vez que me preguntan vuelve desde el fondo de mi cabeza". Aunque quiere dejar atrás el horror nazi que, entre 1943 y 1945, marcó su vida, desde hace 12 años se dedica a mantener viva la memoria de los asesinados: colabora con su sobrino en la asociación alemana de las etnias sinti y romá y, de manera regular, rememora sus vivencias en escuelas o auditorios. También lo ha hecho en Madrid, con motivo de la celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano. Cada año, el Instituto de Cultura Gitana premia a figuras de la cultura gipsy. Rosenbach recogió el galardón de la Concordia.

A los 15 años le expulsaron de la escuela, le metieron en la cárcel, estuvo recluido en tres campos de concentración y, cuando la guerra estaba a punto de acabar, le sacaron del recinto. Su destino: una cuneta. "Nos reunieron en grupos de 100 o 150 personas y nos dijeron que íbamos a Hamburgo, a la fábrica de aviones. Empezamos a caminar y durante 14 días casi no paramos. Fue espantoso". Así describe una de las múltiples todesmarsch (marchas de la muerte) que se sucedieron, al final de la guerra, en Alemania.

"Mis experiencias son todavía importantes. Se trata de algo que no se debe borrar", cuenta antes de levantarse para curiosear en el bufé. Regresa con un panecillo y varias porciones de queso. "El desayuno es estupendo, me recuerda a los de Alemania", añade. Su marcado acento bávaro cambia de registro cuando se dirige a su sobrino en romaní. "Me crié en Austria", aclara, y califica de "inaceptable el trato que Francia o Italia están dando a los gitanos". "Esas acciones son una razón más para recuperar mis memorias y divulgar la historia de mi vida. No podemos permitir que se repita algo así. En Alemania, que se presenta muy abierta al mundo, también existe racismo. No es evidente pero está ahí, latente. Eso es algo que no debe pasar en los países modernos de Europa", sentencia.

Toma aire y mira por la ventana. Cada cierto tiempo su mirada se ve atraída por el movimiento en la avenida madrileña. "Rápida, rápida, rápida. Así es la vida en las ciudades, algunas de ellas transmiten energía y alegría". Madrid, como Berlín, es una de las que le inspira. Es la segunda vez que viene a la capital, esta vez quiere recorrerla. "¿Finito?", pregunta mientras gira su cabeza con cierta emoción hacia la Gran Vía.

Rosenbach estuvo en varios campos de concentración.
Rosenbach estuvo en varios campos de concentración.CRISTÓBAL MANUEL

Tryp Gran Vía. Madrid

- Dos zumos de naranja.

- Dos cafés con leche.

- Cesta de Panecillos.

- Queso.

Total dos desayunos bufé: 16 euros.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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