"Para que no se pierda Andreu, 'Buenafuente' se para un rato"
Andreu Buenafuente hace ahora como cuando José de Espronceda le pedía al sol que se parara un rato. "Me paro. Para que no se pierda Andreu, el programa Buenafuente se para un rato". El presentador, que ahora tiene 46 años, ha convertido ese programa de La Sexta en uno de los mejores programas de entrevistas y variedades de la televisión en español. Y lo deja, "por un año". Lo anunció esta última semana. Aquí explica las razones.
Pregunta. ¿Por qué se para?
Respuesta. Porque intuyo que hemos llegado al final de un ciclo de programa. Sobre todo, en lo que respecta al horario, es un programa que requiere espectadores heroicos que han de esperarnos hasta la madrugada... Y yo creo que el futuro nos debería deparar un programa en prime time [el horario de máxima audiencia] abierto a más público. Así que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid me aprovecho de esta coyuntura para inyectar un poco de descanso. Le he dicho a mi equipo que nunca dejaré de hacer televisión, porque es lo único que sé hacer, pero un descanso no viene nada mal.
Este país atraviesa un difícil momento apasionante; la sociedad se mueve
P. ¿De qué descansa?
R. De la descarga de adrenalina diaria. Son seis años y medio muy intensos y muy adictivos. Te acostumbras a este ritmo pero es la propia adrenalina la que te pide el descanso. No estoy cansado ni está el programa agotado, porque estos programas no se desgastan, son como la vida misma, evolucionan como las cosas que pasan, pues de eso van. Pero se puede quemar el presentador. Puedes perder fuelle. Y mientras lo haces, si quieres preparar otra cosa, esto es imposible porque el sosiego siempre te pilla trabajando. Y eso que yo soy un multitarea, pero es que cuando haces cinco tareas ninguna te sale bien del todo...
P. ¿Qué le da a usted este mundo con el que ahora interrumpe la relación?
R. En los últimos tres años he aprendido más que en toda mi carrera. He aprendido a trabajar con bajos presupuestos, con equipos más entregados que nunca. Mi gran lección es mi propio equipo, y sobre todo en este tiempo me he enamorado profundamente de mi público... Cuando uno es joven no sabe identificar qué es eso del público. En estos años duros lo he identificado mucho más; puedo ver las caras de mucha gente, y sé que esto lo hago por la gente, esa es la esencia pura de mi profesión. En tiempos de bonanza todo esto estaba más borroso, había más dinero, más marketing, más publicidad... vivíamos rodeados de la falsa riqueza española. Ahora es todo más de verdad y la verdad es el público.
P. ¿Cómo convive con la televisión que se hace?
R. La televisión actualmente no creo que puntúe mucho en el campo cultural o social. Ha sido también presa de la crisis, lo que se ha traducido en menos medios y en menos apuesta. Es lo que hay. Tampoco es tan grave, pasa como en cualquier otro medio. Así que cada día me veo más romántico y más nostálgico en cuanto a mi visión ideal de la tele como un medio que aportaba momentos inolvidables. Yo nací con esa tele, pero veo que eso en lo que creía es cada vez más escaso. Me desilusiona comprobarlo como romántico del medio.
P. A esa situación se suma la telebasura...
R. Es otro desajuste que tiene una muy difícil explicación. La responsabilidad exclusiva es de los propietarios y programadores de las cadenas. Dicen esa perversidad de que hacen lo que la gente quiere; la gente no quiere nada, la gente se sienta a ver la tele, a que le echen lo que sea. El consuelo es que de los 50 millones de habitantes solo cinco ve esa telebasura...
P. ¿Ve que el periodismo mismo participa de este deterioro?
R. Se están difuminando peligrosamente las fronteras entre el periodismo y el periodismo espectáculo; se está tiñendo el periodismo; cuesta encontrar una crónica que huela a periodismo puro, una entrevista en la que el entrevistador no quiera ser más ingenioso que el entrevistado... Quizá soy un sibarita, pero me gusta el buen periodismo, el de los periodistas que contrastan las informaciones y que no hacen deducciones sin preguntar a los protagonistas...
P. A usted le dieron en las redes sociales hasta en el carné de identidad cuando entrevistó a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde...
R. Pasó también con los Goya. Querían que yo hiciera una especie de show de Ricky Gervais en los Globos de Oro, algo faltón, "dales caña", me decían. Y con la ministra Sinde esperaban cosas que yo no puedo dar, yo no puedo dar sangre... Eso me preocupó un poco porque esta agresividad que me pedían es reflejo de la crispación que ya está instalada en la sociedad, con mucha razón, probablemente. Porque en este país hay muchísima gente justamente indignada...
P. Que se expresa sobre todo en las redes sociales...
R. Y ese es un fenómeno liberalizador para todos los usuarios. Y para mí mismo. Creo que en realidad estamos aprendiendo a tuitear, y en este aprendizaje hay errores. Algunos pueden hacer un uso perverso, pero mira el buen uso que se ha hecho de las redes sociales para lanzar el 15-M, ese es un buen uso proactivo que en los últimos meses me ha reconciliado bastante con las redes sociales.
P. Dice usted que se para Buenafuente para que Andreu tome resuello...
R. Es que uno y otro son vasos comunicantes. Y le doy descanso a Buenafuente para reequilibrar los vasos. Buenafuente se nutre mucho de Andreu y Andreu sigue avanzando, teniendo experiencias. Ahora me dedicaré a ver cómo va España, cómo veo a la Iglesia. Son retos que se hacen en el mundo occidental y no tanto en España, y me gustaría explorar ese camino artístico.
P. Así que esa sería la tesitura del programa con el que regresaría...
R. Pues sí. Podía estar hasta los 90 años haciendo los monólogos que llevo acumulados. Pero me apetece evolucionar, interpretar la vida mientras voy caminando.
P. ¿Y cómo ve este país, por cierto?
R. ¡Hostia, este país! Es un país que por fin toma una conciencia dura y real de su caída: paro, endeudamiento; el país empieza a dar síntomas de hartazgo y eso se manifiesta en una revolución social pacífica. Es un difícil momento apasionante. Están caducando vertiginosamente muchas cosas que no nos habíamos planteado como obsoletas: la eficacia real de la gestión política, el poder económico siempre tan protegido... Veo que la sociedad se mueve. Me da lástima que sea por necesidad, pero seguramente tenía que ser así...
P. ¿Y qué culpa de este parón del que se intenta salir tiene la tele?
R. Si soy sincero, me ha dejado de preocupar la tele en sí misma y solo me ocupo de mi gente y de mi equipo. Sé que no puedo cambiarla, así que me concentro en hacer algo digno con mi equipo. Cada vez me siento más de un programa que de televisión.
P. Muchas veces dijo que tenía algunos maestros norteamericanos para inspirar al personaje de su show en La Sexta. ¿Y ahora, qué maestros tendrá para lo que piensa?
R. ¡Todavía no sé lo que pienso exactamente! Así que me voy a dedicar en los próximos meses a explorar un poco todo lo que se está haciendo por ahí. Y voy a ver. Me escucharé a mí mismo, trataré de ser original y de no copiar...
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