La Lisboa de Carlos do Carmo y Bernardo Sassetti
"Cansados van los cuerpos para casa / de los tmos imitados de otra danza / La noche finge ser aún un niño mirando la luna / con su ceguera de la razón y el deseo", dice la primera estrofa de Lisboa que amanece. Voz y piano para el hermoso disco sin título que han firmado los portugueses Carlos do Carmo y Bernardo Sasetti. Carlos do Carmo (Lisboa, 1939) es la voz de la que escribió Saramago que, plena de sensible humanidad, canta la palabra y nos dice la música. Y, Bernardo Sassetti (Lisboa, 1970), un notable pianista con trabajos para el cine -toca My funny valentine en la película de Minghella El talento de Mr. Ripley-, su dúo de pianos con Mário Laginha o el trío de jazz con Carlos Barretto al contrabajo y Alexandre Frazão batería.
A finales de los años sesenta, Cardoso Pires escribió que, con Carlos do Carmo, y la palabra de Alexandre O'Neil, Ary dos Santos o David Mourão-Ferreira, la Lisboa de la mitología sórdida y de la acuarela fácil estaba cada vez más distante. En un encuentro concedido a Babelia, en mayo de 2004, en su domicilio lisboeta -un décimo piso desde el que se divisa el Tajo y bañado aquella tarde por una luz primaveral-, Carlos do Carmo se declaró militante de su ciudad: "Lisboa es todavía una ciudad que tiene alma. Y de las pocas del mundo que tiene una canción. No soy un nostálgico, pero Lisboa provoca nostalgia de lo bello. Hay algo en ella que habla".
En el disco de Carlos do Carmo y Bernardo Sassetti hay un José Afonso (Cantiga do maio), un Fausto (Foi por ela), un Rui Veloso (Porto sentido) y un Sérgio Godinho (Lisboa que amanhece), pero también se escuchan Gracias a la vida, de Violeta Parra -homenaje a Mercedes Sosa-, la definitiva Avec le temps, de Léo Ferre, o Quand on n'a que l'amour, de Jacques Brel, referencia fundamental. Canciones que a Carlos do Carmo siempre le habían gustado. Pianista y cantante desnudan sus egos para prestarse atención, y las hacen suyas. Es el trabajo sin red de dos locos sueltos, como lo define Carlos do Carmo.
En casi medio siglo de labor artística, el autor de discos como Um homem na cidade se ha convertido en un extraordinario contador de historias. Y, cuando ni siquiera se vislumbraba un naufragio económico en Portugal, él ya comentaba que la vida portuguesa es muy asimétrica, que cada día más se concentra en unos pocos y que hay muchos fuera del contexto.
Carlos Alberto do Carmo Almeida, el hijo de la fadista Lucília do Carmo, fue una referencia esencial del fado durante la larga travesía del desierto que siguió a la Revolución de los Claveles. No se prodiga demasiado desde que hace once años un aneurisma cambió radicalmente su vida. Aunque ya su sueño de una película sobre el fado se ha visto cumplido: confesó que cuando supo que Carlos Saura había dado el sí definitivo al proyecto sintió tal alegría que de haber podido se hubiera emborrachado. Sabe que no falta demasiado para dejar los escenarios definitivamente: confiesa que prefiere salir él solo a que le empujen. Y asegura que éste es un disco sin trucos. Algo que le enseñó Brel cuando dijo, en una entrevista, que en el mundo del espectáculo vale todo menos hacer trampa.
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