16 años fugitivo de la justicia
Ratko Mladic fue acusado de crímenes de guerra en 1995, pero durante años acudió en Belgrado sin recato a partidos internacionales de fútbol (el último, en 2000) y vivió abiertamente en Serbia hasta 2002. En junio de 2005 Estados Unidos descongeló las ayudas a Serbia al entender que por fin el Gobierno colaboraba en la captura y esta sería inminente. El entonces número dos del Departamento de Estado, Nicholas Burns, declaró que los días de Mladic en libertad estaban contados.
Pero el fugitivo había aprendido a esconderse. En 2002 fue visto en una boda en la localidad serbia de Valjevo, cerca de donde se decía que poseía una residencia de verano. Ese mismo año, un periodista de la cadena británica BBC se acercó a una urbanización de Belgrado donde se decía que habitaba Mladic. Una mujer le aseguró que solía verle en el parque paseando a su perro. Pero los vigilantes de la urbanización bloquearon el paso al periodista y le advirtieron de que no volviera.
A partir de ahí, la información sobre su rastro cada vez era más imprecisa. Ya no se hablaba de ciudades en Serbia, sino de países: Rusia, Kazajistán, Bielorrusia... Y, por supuesto, Serbia.
The Guardian recordaba ayer que, en 2006, una parte de las fuerzas de seguridad serbias estuvieron bien cerca del fugitivo cuando detuvieron a varias personas acusadas de complicidad con Mladic, aunque nunca fueron juzgadas. Un diario serbio informó entonces de que los arrestos permitieron a los investigadores identificar siete direcciones donde había vivido el general. Todas las casas estaban en Belgrado. Pero en ninguna había rastro de Mladic. O al menos, eso decía la policía.
Cuando Mladic dejó de exhibirse lo hizo de forma radical. Hasta el punto de que su esposa Bosiljka firmó un documento en junio del año pasado para declararlo legalmente muerto. La familia aseguraba no haberlo visto en los últimos siete años y las últimas veces en que lo vieron arrastraba las secuelas de una hemorragia cerebral que padeció en 1996.
La detención en 2008 de Radovan Karadzic en Belgrado reavivó la búsqueda de Mladic. Se volvieron a inspeccionar sus casas y las de antiguos colaboradores. Se ofrecieron 10 millones de euros a quien aportara una pista definitiva. Pero Mladic se permitió el lujo de seguir deambulando por su país. Hasta ayer.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.