Lo mires como lo mires
A estas alturas de la semana ya todo el mundo habrá dicho la suya sobre los resultados de las elecciones del pasado domingo, así que poco queda que añadir, salvo quizás la sensación de tristeza. Porque no es necesario ser experto en análisis electorales para ver que la derecha ha ganado lo que la izquierda mayoritaria no ha sabido defender, así que ya me explicarán lo que el ciudadano puede esperar de esa izquierda en estos momentos y, lo que viene a ser peor, en los venideros. Si la debacle ha sido sustancial, ya me explicarán lo que nos espera en las generales. Algunos se consolarán pensando que tal vez los populares han tocado techo en nuestra comunidad. Consuelo inútil mientras los socialistas andan poco menos que por los suelos, como todo el mundo vaticinaba, según se ha visto, con acierto. Y poco puede añadirse, salvo la tímida esperanza del repunte de la izquierda del socialismo. Por otra parte, parece claro que la ciudadanía ha desdeñado tanto la abstención como el voto por el PSOE, lo que todavía acentúa más la derrota sin paliativos de ese partido, tanto a nivel autonómico como a escala municipal, más allá del presunto efecto rechazo que haya podido despertar en algunos sectores del electorado el llamado Movimiento 15 de Mayo, cosa por otra parte nada clara. El escenario ha variado sustancialmente, y a ese cambio de decorado deberán atenerse sus protagonistas.
Por otro lado, es dudoso que haya ganado Mariano Rajoy y es indudable que ha perdido Zapatero, lo que no hace sino empeorar las cosas. Si Rajoy es capaz de esto en seco ¿qué no hará en mojado? Pero más allá de esa observación conviene subrayar que la derrota tal como se ha producido es doblemente dolorosa para los socialistas: primero, porque los populares no han hecho nada digno de mención para alcanzar semejante victoria, y segundo porque los socialistas tampoco es que se hayan desriñonado para evitarla. Sería una frivolidad hacer recaer la responsabilidad sobre los ciudadanos, algo parecido a matar al mensajero y además inútil. La pregunta es que si los socialistas disponían de tan magnífico programa (porque los vencedores parecían carecer de nada parecido) cómo es que la ciudadanía ha preferido no votarles. O no entendieron sus propuestas, o no eran claras, o fueron mal explicadas o (pena me da solo de pensarlo) porque se han inmunizado ante las incontables tropelías de la corrupción. Pero que algo de muy difícil remedio ha ocurrido es evidente: la pérdida de confianza, por no decir del respeto. Y si Zapatero creyó ganar tiempo durante la campaña insistiendo en que en estas elecciones estaban en juego asuntos locales y no estatales, cometió uno de los mayores errores de su vida, porque esa convención ya no funciona ni en localidades de cinco mil habitantes.
Alguien conoce muy bien el espejismo identitario de esta comunidad. Y ya no está en el PSOE.
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