Rotundo éxito del PSOE
El ensayo general del manual de Cómo perder elecciones en cómodos plazos ha sido un éxito rotundo. El PSOE en Andalucía progresa adecuadamente en perdida de votantes, 300.000 votos de diferencia le sacó el PP en las municipales; matrícula de honor en las capitales de las ocho provincias andaluzas, han logrado perder en todas; de sobresaliente en la mayoría de los municipios mayores de 50.000 habitantes, desastre absoluto en casi todos, y notable alto en las diputaciones provinciales, pierde el control de cinco. A tenor de las valoraciones que están haciendo los socialistas, en marzo de 2012 se doctoran y con la pérdida de la Junta como proyecto fin de carrera -de carrera electoral- obtienen el sobresaliente cum laude en varapalos electorales.
El secretario general del PSOE andaluz, José Antonio Griñán, ha justificado la debacle como el niño que le explica a sus padres las malas notas del trimestre: "Papá, es que estoy pasando por una crisis, y ya verás cómo al final apruebo". Eso ha dicho Griñán, que la culpa la tiene la crisis y el paro, y que en marzo del año que viene "los colores de Andalucía volverán a ser del PSOE". La misma excusa puso Zapatero, y ya sabemos que no repite. Hasta el secretario del PSOE en Málaga, Miguel Ángel Heredia, se agarró a la crisis para tildar los resultados en esta provincia -18 puntos el PP por encima de los socialistas- como "agridulces". Les reconozco que pasé todo el día de ayer buscando la parte "dulce" y no fue hasta bien entrada la noche cuando la encontré. La mayor victoria del PSOE por mayoría absoluta en la provincia de Málaga ocurrió en Villanueva del Trabuco, un municipio de 5.500 habitantes. Mejor no hago un chiste fácil con lo que habría que hacer con el apellido de este pueblo en la mano y algunos dirigentes políticos tras sus declaraciones. Y no estoy pensando en disparar.
El PSOE no ha perdido estas elecciones en Andalucía, ha ganado experiencia para estar en la oposición. Son tres décadas en el poder y hay que ir haciéndose el cuerpo para que el cambio no sea tan repentino, que estas cosas luego provocan mucho estrés. La actitud tras la derrota es la misma que la que había antes de la previsible derrota: ni se piensa, ni se discute, ni se reflexiona, ni se considera, ni se critica, ni se examina. La crisis es la culpable de todos los males. Ni la gestión de la crisis, ni la falta de ideas, ni el hartazgo ciudadano, ni el miedo a ser de izquierdas. Tampoco el temor a los mercados, a los bancos, a la bolsa, a Bruselas. Ni siquiera el conflicto con los funcionarios, los ERE con sorpresa, los candidatos sin sorpresas, las mayorías a la búlgara sin contar con las minorías, la falta de hervor de los dirigentes o la confusión entre Junta y PSOE, la culpa la tiene la crisis.
Lo peor de la crisis, además de provocar cinco millones de parados, es haber arramblado con los que piensan. El PSOE está valorando la derrota pensando en pequeño, cuando los jóvenes acampados han señalado un camino para pensar en grande. Una sociedad que pide que los anversos tengan reversos; que plantea ciudadanos frente a hinchas; sentido común frente a comulgar con ruedas de molinos; un plus de exigencia sobre la exigencia de otro plus; la supremacía de los valores sobre los mercados de valores; que reclama un César, una mujer del César y una legión del César, que lo sea y lo parezca; el éxito de la inteligencia frente al sinvergüenza de más éxito; el uso de la razón frente al gobierno de la sinrazón; votos en conciencia frente a pactos desde la incongruencia; listas abiertas sobre listas encubiertas; mandatos de ocho años sobre mandatos con apaños; paisajes recuperados sobre paisajes robados. Y sobre todo, cuatro ideas necesarias frente a muchas pamplinas ordinarias. Y eso vale para la derrota del PSOE tanto como para la aplastante victoria del PP. Al tiempo.
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