Disparates de la economía israelí
La economía israelí es interesante por sus contradicciones. Disfruta de una indudable pujanza (Israel es una de las 25 potencias económicas mundiales, lo que no está mal para un país diminuto con poco más de siete millones de habitantes), un formidable desarrollo tecnológico y un banco central eficiente, pero también es altamente competitiva en cuanto a errores y disparates.
A veces por la presión de los cada vez más poderosos sectores religiosos, a veces por el compadreo entre la élite política y la élite financiera (los bancos comerciales carecen de competencia extranjera y sangran al cliente hasta el punto de cobrarle por sacar dinero de su cuenta), a veces por pura codicia o ineptitud (el aeropuerto de Tel Aviv se sumió en el caos hace unas semanas porque el combustible para aviones estaba contaminado con algas y bacterias), la lista de desastres es larga.
100.000 mújoles murieron asfixiados en sabbat
Israel es una potencia mundial en el sector de la piscicultura
Por eso el informe anual del auditor del Estado, que lo revisa absolutamente todo, desde los preparativos antisísmicos hasta los canapés que sirve el presidente, constituye una lectura muy amena. Cada año hay alguien que destaca como chapucero insigne. En la última edición, aparecida esta semana, el claro ganador es Chaim Anjuni, director general de Pesca y Acuicultura.
Chaim Anjuni obtuvo grandes titulares en 2008, cuando anunció ante el Parlamento que el 80% de los peces en aguas israelíes estaban en peligro de extinción por el calentamiento del mar, la contaminación y la sobreexplotación.
Los datos de la auditoría aún son más tremendos: en los últimos 10 años, el volumen de pesca en Israel se ha reducido un 80% y apenas quedan perspectivas de futuro para la industria pesquera. Buena parte de la culpa, según el auditor, recae en Chaim Anjuni. Especialmente en lo que se refiere al mar de Galilea o lago Tiberíades, donde solían pescar los apóstoles.
Chaim Anjuni decidió en 2008 que la fauna del Tiberíades estaba desapareciendo porque los pescadores utilizaban redes demasiado tupidas y capturaban crías que no llegaban a reproducirse. Prohibió esas redes, pero dio a los pescadores seis meses para que pudieran cambiarlas. Pasados los seis meses, siguieron usándose las redes prohibidas. Entonces optó por hacer la vista gorda y cambiar de estrategia.
El nuevo plan consistía en repoblar el lago importando cantidades masivas de pescado vivo. Por desgracia, los 100.000 mújoles adquiridos por la Dirección General de Pesca llegaron al Tiberíades en un sabbat, la jornada (del viernes por la noche al sábado por la noche) en que la religión judía impide trabajar. Un técnico dijo que a él no le importaba descargar los contenedores en sabbat, pero Anjuni no lo autorizó. Al día siguiente, cuando se abrieron las cajas, los 100.000 peces habían muerto por asfixia.
Ya a la desesperada, en 2010 Anjuni prohibió que se pescara en el Tiberíades durante dos años. Los pescadores recurrieron al Tribunal Supremo y la orden fue suspendida. Lo poco que se pesca estos días es lo último que queda en el lago.
Mientras tanto, la industria de las piscifactorías (en la que Israel es potencia mundial) no deja de crecer. Ese sector también depende de Anjuni. Quizá su plan consiste en acabar con el pescado salvaje para que las granjas de lubinas insípidas puedan expandirse sin competencia.
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