¡¡¡Maestro!!!
Hace muchos años el escritor más tímido del universo, Gabriel García Márquez, se encontró en la otra acera de una calle de La Habana al escritor que más quería en ese momento de la historia, Ernest Hemingway.
Era demasiado tímido para acercarse; era tan tímido García Márquez que creó una historia: no hablaba en público porque no tenía nada que decir. No hablaba en público porque no se atrevía. En cualquier caso, allí delante tenía a Hemingway y lo único que acertó a gritar fue:
-¡¡¡Maestro!!!
A muchos periodistas, a los de mi generación sin duda, y a los que han venido después, nos pasaría ante Gabo, ante Manu Leguineche, ante Jesús de la Serna o Carlos Mendo; los tímidos gritarían como García Márquez y los más sueltos se acercarían a preguntarles cómo lo hicieron, cómo convirtieron el mejor oficio del mundo en un buen oficio.
Nos pasó a muchos periodistas, y a muchos que están estudiando periodismo, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, ante Gay Talese; allí lo llevaron EL PAÍS y Alfaguara (editorial que acaba de publicar Honrarás a tu padre y Retratos y encuentros, que coexisten ahora en las librerías con La mujer de tu prójimo, publicado por Debate), y ahí el maestro, que ya tiene 79 años, dio una lección que explica por qué rechaza lo que Tom Wolfe le ofreció: ser un soldado del nuevo periodismo. Él no hace nuevo periodismo. "Hago periodismo. Y punto".
Ese libro, Honrarás a tu padre, es como la caja negra del periodismo según Talese. Se encontró al hijo de un mafioso muy poderoso en un juicio intrascendente; le propuso una entrevista sin fecha, y de ahí nació una extraña amistad que es el sustento del volumen pero que es a la vez una explicación memorable de cómo se hace periodismo. Nuevo o viejo, periodismo.
Ese periodismo está basado en la inteligencia, en la paciencia, en el respeto y en la curiosidad. La curiosidad la heredó de su madre, que tenía una tienda por donde pasaba todo el vecindario en Ocean City, Estados Unidos. La paciencia la alcanzó esperando: a que le publicaran su primer texto, cuando era un chiquillo que llevaba recados en The New York Times, a entender que no se lo firmaran... La inteligencia es la mezcla de esos dos factores; pero el ingrediente en el que basa su genio es el respeto. Jamás escribió una línea para dañar. Es un valor y una convicción: ser periodista no te autoriza a disponer de la vida ajena como si no valiera nada.
Es periodista todo el tiempo. En una reunión con periodistas y escritores, Alfonso Armada, que es ambas cosas, le preguntó a Talese qué le había quedado en la retina de su tarde en Las Ventas, donde vio una corrida por primera vez esta misma semana. Rápidamente, este hombre que en otros sitios sería un jubilado ilustre tomando el sol mientras espera ilustró a la concurrencia con un centenar de propuestas periodísticas sobre lo que se puede hacer a partir de un festejo así, y concluyó con algunas interrogantes: ¿Cómo es posible hacer negocio con un toro? Si lo matan, ¿para qué sirve luego, aparte de para cocinar rabo de toro? Y, sobre todo, ¿cuál es el porvenir del torero?
Así fue desgranando todos los factores de la lidia, y al final se sacó de su chaqueta un trozo de cartón donde apunta sus ideas. Qué vida le espera al toro, qué ambiciones al torero. Guardó el bolígrafo con la satisfacción del que acaba de dar con un buen titular. Gay Talese. Maestro.
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