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Reportaje:

Naturaleza muerta sobre rojo

Toni Catany desvela sus secretos en el Centro Andaluz de la Fotografía en Almería

Quince fotógrafos andaluces han tenido la oportunidad de conocer los secretos de la técnica de la naturaleza muerta de la mano de uno de sus principales valedores, Toni Catany, quien ha impartido durante tres días un taller en el Centro Andaluz de la Fotografía, en Almería. La experiencia concluyó ayer con una clase práctica del maestro.

"No tengo ningún secreto ni una fórmula mágica para hacer mis fotografías", asegura con modestia. Sin embargo, sus lecciones son muy demandadas y su obra aclamada dentro y fuera del país. Toni Catany (Llucmajor, Mallorca, 1960) es premio Nacional de Fotografía (2001) y su secreto pedagógico radica en abrir su alma y todos sus conocimientos a sus alumnos sin omitir detalle alguno sobre su visión de la fotografía a lo largo de su larga y prolija carrera. Trabajo que le ha valido, entre otras menciones, ser considerado uno de los cien mejores fotógrafos por la prestigiosa revista Life.

La fotografía de naturaleza muerta, de bodegón, se ha llegado a considerar un subgénero. Pero es una técnica que, aunque a priori puede parecer elemental, tiene sus reglas específicas. A Catany siempre le atrajo esta técnica. "Cuando comencé a hacerla, en los años sesenta, solo existían fotos de floreros y los típicos calendarios en tiendas de comestibles", recuerda, y quiso intervenir para revolucionar ese concepto. Lo consiguió.

Sus imágenes pretenden expresar sus sentimientos, como una especie de terapia y, en cada una, cada pieza de fruta, cada objeto que utiliza se dispone según su estado de ánimo. "No hago las fotos pensando en los demás, sino en quedarme yo satisfecho" y siempre ha sido así, dice, porque ha tenido "la suerte" de poder hacer "siempre" lo que le ha apetecido. "Yo expreso mis sentimientos a través de los objetos que fotografío", explica.

La ciudad, sus colores, su clima y sus gentes inspiran la obra de Toni Catany quien se decidió a dar una vuelta por el mercado de abastos de Almería para encontrar las musas que necesitaba para la clase práctica que impartió ayer a sus alumnos. Encontró frutas y verduras frescas de la tierra que fotografió sobre el fondo de terciopelo rojo que guarda cuidadosamente en el maletín que le acompaña en cada viaje. "No he encontrado un color rojo como este, y me encanta". Le asegura un resultado excelente en su trabajo y no quiere jugársela. "La luz y el ambiente son lo más importante", explica para una técnica que utiliza lo menos posible la manipulación. Él permanece fiel al sistema analógico para el tratamiento de sus obras, pero reconoce lo útil de la tecnología digital. "Lo que más me fascina es el color que se consigue", analiza.

El ambiente de sus obras fascina y emula al de otras épocas. Reconoce su interés por las técnicas fotográficas del siglo XIX, por eso recuperó a finales de los años setenta el calotipo, lo que le ha supuesto el reconocimiento internacional que se ha materializado con la concesión de premios como el de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia.

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Sus obras se han expuesto en Nueva York, Caracas, Bruselas y Marraquech, entre otros destinos, pero aún mantiene fresco el recuerdo de cuando consiguió su primer premio, por el que le dieron en una televisión local, 300 pesetas por su bodegón. Sin duda, una pieza que estará mucho más cotizada en la actualidad.

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