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Columna
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Moderación, por favor

Si algo necesita este país para enfrentarse a la tarea de reconstrucción de los próximos años, una tarea complicada y difícil, es una gran cantidad de moderación y ciertas dosis de inteligencia política. A una semana de las elecciones, los sondeos representan todo lo contrario. Posiblemente dibujan un panorama bastante aproximado a la realidad en el día de hoy, quizá más sensible al estado de ánimo de los ciudadanos que al deseo real de representación política, pero en cualquier caso no creo que sea el resultado final o, al menos, no debería serlo. Y no es un deseo partidista, es que no sería bueno para nadie, ni siquiera para el Partido Popular.

Se entiende bastante bien que el votante socialista se sienta deprimido e impotente al sufrir en sus propias carnes las decisiones políticas y económicas de sus dirigentes nacionales. A nadie le sienta bien ver cómo se van por el sumidero sus creencias ideológicas, con la triste justificación de poder pagar los plazos de unas hipotecas internacionales originadas por la crisis. Pero la abstención electoral se convertirá en rabia e irritación, cuando más adelante no puedan participar, por su escasa representación institucional, en las reformas inevitables de este país. En los próximos años necesitaremos de todo menos políticos excluidos y actitudes frustradas.

Al margen de preferencias personales, que se produzca un vuelco electoral para explorar otras alternativas es un mecanismo saludable en nuestro sistema político. Pero transformar el juego de las mayorías en la posición omnipotente de un solo partido es un desastre para nuestro futuro y para ese mismo partido. Enfrentarse en solitario a las próximas reformas de las instituciones económicas, políticas y sociales que nos esperan es un suicidio. Se necesitarían cantidades ingentes de comprensión, capacidad de diálogo y sensibilidad negociadora, unas cualidades que hasta el momento no adornan al Partido Popular. Tendrían más futuro con una oposición suficiente para estimular la creatividad y la inteligencia política, imprescindibles actualmente para lidiar con la situación europea e internacional, que son negras como la boca del lobo.

En el caso de nuestra Comunidad, estamos viviendo el efecto Dorian Gray. Cuanto más feo y oscuro es el retrato informativo y judicial de una gestión defectuosa, en el mejor de los casos, desde que surgió el escándalo, más guapos y rejuvenecidos aparecen en las encuestas. Y esto no es normal, salvo en las novelas góticas. Un resultado electoral desproporcionado, a pesar de lo que algunos piensan, solo conseguiría agravar la situación y radicalizar las posturas hasta unos límites insoportables. Necesitamos una solución más elegante para mejorar en lo posible la deteriorada imagen valenciana.

Los sondeos han hablado. Esperemos ahora que los resultados electorales sean un poco más razonables. Moderación, por favor.

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