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Columna
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La brecha

Vi Up in the air, esa película de falsa crítica social interpretada por George Clooney, y la verdad es que me indigné. Parece rodada con las grasas de Inside Job, en el caso de que este imprescindible documental sufriera de adiposidades; que no.

La historia de ese despedidor profesional encarnado por Clooney, que acumula millas de una compañía aérea y una tópica soledad como castigo para tranquilizar a espectadores ingenuos, esconde tanta falacia como las opiniones de los especialistas económicos que todos los días nos dan la barrila con lo mal que está la situación. O como las de los políticos que nos dicen que la situación va a mejorar; o las de aquellos que insisten en que su panda, cuando llegue al poder, va a mejorar la situación.

En este país llevamos décadas ampliando las desigualdades y echando mano de la brutal cirugía, antes de ni siquiera analizar el diagnóstico. Cuando la primera reconversión -a mediados de los ochenta, con Felipe- se cerraron las industrias tradicionales y se abrieron las oficinas del Inem antes de que a nadie se le ocurrieran soluciones alternativas. Las farmacias vendieron más Valium y anticonceptivos en las zonas deprimidas, y con las indemnizaciones se abrieron bastantes bares. No se creó empleo. Se tranquilizó a los desempleados. Lo sé. Yo estaba allí, reporteando.

En Europa triunfaba el thatcherismo, que de los hospitales públicos británicos había arrancado hasta los casquillos de las bombillas, y de aquí en adelante todo estuvo permitido en nombre del capitalismo con apellidos. Solo estos últimos han ido cambiando. Y así, abriendo zanjas cada vez más anchas entre los enriquecidos y los empobrecidos por la denominación de turno, hemos llegado a esta salvajada.

Algo es global: los amos de nuestros Clooney viajan en jet privado. Pero los despedidos ni siquiera son pobres como los alemanes pobres.

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