Diez años con Máxima, princesa de Holanda
Una muestra repasa la vida de la esposa del heredero
Máxima de Holanda, princesa de Orange desde hace una década, casi se ruborizó al inaugurar la muestra en su honor abierta hasta el próximo 4 de septiembre en el palacio Het Loo, antigua propiedad de su regia familia política situada en el centro del país. No era para menos. Expuesta en vitrinas estaba su vida de los últimos 10 años como esposa del heredero, el príncipe Guillermo.
Acompañada por la reina Beatriz, su suegra, paseó entre sus vestidos de calle y de gala. Repasó las fotos de sus actos oficiales, y hasta pudo ver el faldón de bautismo usado en 2004 por su primogénita, la princesa Amalia. Máxima Zorreguieta, argentina de nacimiento y holandesa desde el 17 de mayo de 2001, ha colaborado encantada en el montaje de la muestra que no quería que fuera "reverencial", sino evocadora. Se ha convertido en el miembro más popular de la familia real, y se ha prestado a organizar un recorrido por su vida en los Países Bajos.
En esta década solo ha tropezado una vez al dudar de la identidad holandesa
En 2001, el entonces primer ministro holandés, el socialdemócrata Wim Kok, respondió con un "encantadora", cuando le preguntaron por la prometida del príncipe Guillermo. El calificativo era revelador. El pasado de Jorge Zorreguieta, padre de Máxima y ministro durante la dictadura del general argentino Videla, casi desbarató su futuro principesco. Después de mucha zozobra, el Parlamento encontró una solución salomónica. Sus padres no acudieron a la boda real, celebrada el 2 de febrero de 2002, y ella lloró con dignidad su ausencia en la Iglesia Nueva, en Ámsterdam. Su sinceridad ganó de golpe a sus recién estrenados compatriotas. Superado el trago, su personalidad ha hecho el resto.
Una sola vez, en 2007, la princesa tuvo un traspié verbal. Fue durante una conferencia en la que se preguntaba si existía de verdad "una identidad holandesa". Para sorpresa de todos, Máxima dijo no encontrarla. En su opinión, los holandeses no son un pueblo estático que pueda reducirse al estereotipo. Sus pensamientos no cayeron demasiado bien, y los sectores más orangistas del país la criticaron "por no haber buscado mejor al holandés auténtico". Desde entonces, no ha tenido más tropiezos.
Para los mitómanos, en la exposición se puede ver el imponente vestido de novia, firmado por Valentino que selló su nueva identidad al casarse. También hay piezas más mundanas, como un moderno conjunto negro de piel, con sus botas a juego. O varios de sus accesorios y sombreros, a los que obliga el protocolo holandés.
Suena a tópico bienintencionado, pero es cierto que la princesa Máxima complace a los holandeses. Además, ha asegurado la sucesión a la corona con sus tres hijas, las princesas Amalia, Ale-xia y Ariane. Y ha podido aplicar sus conocimientos financieros a su labor representativa. Antes de la boda, trabajó en Nueva York en el banco HSBC y en Deustche Bank. Hoy asesora a Naciones Unidas en cuestiones de microcréditos. El 17 de mayo cumple 40 años, y habrá un concierto de gala en el famoso Concertgebouw de la capital holandesa. El broche musical a su particular década extraordinaria.
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