Se impone el corsé
Un día después de que se iniciara la campaña electoral, ya hubo debate televisado el pasado viernes en el Canal 9 entre los candidatos de los cuatro partidos con posibilidad de estar representados en las Cortes Valencianas a partir del 22 de mayo. El lunes les tocó enfrentarse a los tres aspirantes con más posibilidades de liderar la Comunidad de Madrid, y ayer se vieron las caras los que libran la batalla por presidir el Ayuntamiento de la capital, ambas citas en Telemadrid. Sin olvidar, claro, los debates locales que enfrentan en distintos canales autonómicos a los candidatos a múltiples Consistorios.
Pero no vayan a engañarse y pensar que toda esta oferta televisiva es síntoma de dinamismo y modernidad y que, ya que habitamos en una sociedad audiovisual, tiene una lógica aplastante que la discusión entre los políticos sobre programas, estrategias e ideas entre en cada casa a través del televisor. De eso nada.
Lo que los candidatos hacen en televisión no es debatir, se limitan tan solo a repetir los latiguillos que llevan ya aprendidos para recitar en sus respectivos mítines al coro de entusiastas que los apoyan. Así que muchas veces ni se molestan en oír lo que les están diciendo sus rivales. Simplemente colocan el argumento que llevaban preparado, y santas pascuas. Además, los formatos son demasiado rígidos. Cada detalle ha sido previamente consensuado, pautado, milimétricamente ajustado. No hay espontaneidad, no hay cruce dialéctico. Para salir en televisión, los políticos se ponen corsé: lucen envarados. Y por eso los ciudadanos no solo se duermen de puro tedio sino que siguen sin encontrar lo que necesitan: políticos que sean convincentes defendiendo sus ideas y que revelen capacidad de liderazgo para luchar por ellas. Solo hay frases hechas y, de tanto en tanto, cifras.
El bochorno mayor se produce cuando ni siquiera esas cifras se ajustan a la realidad. Tanto Tomás Gómez como Esperanza Aguirre recurrieron a los números para sentar cátedra, pero sus números eran exagerados. Tienen razón los españoles cuando manifiestan, encuesta tras encuesta, que la clase política de este país es uno de sus grandes problemas: por delante del terrorismo.
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