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DESDE MI SILLÓN | CICLISMO | Giro de Italia
Columna
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Wouter, sin mi segunda oportunidad

Hoy es un día triste, muy triste. Se me agolpan las emociones ahora mismo por todos los poros de mi cuerpo. Piden salir, tienen ansia de libertad, pero el instrumento que tengo para expresarlas, las palabras, se me antoja totalmente insuficiente.

Descansa en paz, Wouter Weylandt, fallecido en un trágico accidente en el transcurso de la segunda etapa en línea del Giro de Italia de 2011.

Mi más sentido pésame a toda su familia y sus amigos. A los mismos que se despidieron de él con una sonrisa deseándole suerte en este Giro. "El año pasado ganaste una etapa. A ver si este te traes dos", seguro que le dijo alguno. Y a sus compañeros de equipo, los que, al igual que los más cercanos, con más dolor estarán notando su ausencia en estos mismos momentos.

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Desgraciadamente, soy capaz de entender muy bien el dolor que está sufriendo toda esta gente en estos instantes. Y no porque lo haya vivido yo, sino porque estoy convencido de que se asemeja mucho a lo que vivieron todas mis personas cercanas hace ahora casi dos años.

Pido perdón por hablar de mí porque no es esta mi intención, pero necesito hacerlo. Porque todo lo que he visto y lo que he sentido me ha hecho pensar muy intensamente en cómo debieron de ser los momentos posteriores a mi accidente en esta misma carrera.

Y me siento mezquino cuando pienso en mí y en la suerte con la que me ha tratado la vida. Estoy aquí para contarlo y eso, ya de por sí, es una fiesta. Y pido perdón de nuevo por utilizar esta palabra en un día como este, pero así es como lo siento.

Pienso en la esposa de Weylandt, embarazada de su segundo hijo, recibiendo la terrible llamada telefónica y la imagen que veo es la de mi mujer con dos niños pequeños, uno en cada mano, recibiendo la misma información. Pienso en sus hijos y en el recuerdo que tendrán de su padre y veo a los míos. Pienso en su familia y... lo mismo, veo a la mía. Pienso en sus amigos y veo a los míos. Pienso en su equipo, en su compañero de habitación y veo al mío, a Ardila , presente en este Giro, que era con quien compartía morada en el de hace dos años. Y le veo, al pobre Mauricio, despierto en mitad de la madrugada, angustiado por la ausencia a la que le transporta esa cama vacía que tiene a su lado. Y le imagino pensando en mí, en que la última sonrisa que le he dedicado ese mismo día puede haber sido precisamente eso, la última. Y le veo lamiendo su impotencia sabiendo que en un hospital del que apenas le separan un centenar de metros yo estoy librando una dura batalla contra la muerte. Y él, cansado, abatido y saturado por esa impotencia, nada puede hacer para cambiar el destino.

En mi caso, las primeras informaciones fueron terribles, pero, pasadas las horas, mi situación se fue estabilizando y en unos cuantos días mi vida dejó de correr peligro.

En el caso de Weylandt, las primeras informaciones han sido igual de terribles, pero al poco tiempo han llegado nuevas noticias dramáticas que han confirmado los peores presagios.

Por casualidades, no estaba siguiendo en directo la etapa y la noticia me ha llegado vía telefónica, aunque, como todos, ya desde el primer momento me he temido lo peor. Pero tenía una esperanza en la que creer. En mi caso, también fue así y conseguí salir adelante. Confiaba, como no puede ser de otra manera, en la labor de los médicos italianos. Y, sabiendo que estaba siendo atendido por ellos desde el primer momento, confiaba en que harían todo lo posible por él si había una esperanza de vida.

En mi caso, conseguí salir del trance. Así que yo, en mi ignorancia, trataba de ser optimista. Así lo hicieron conmigo todos esos profesionales y a ellos y a su trabajo les debo la vida. Así que con ellos estaba.

Pero no ha podido ser. A Wouter se le ha negado la segunda oportunidad que a mí se me concedió.

Descansa en paz, amigo y compañero, que, como tantos otros, no dudaste en venir a abrazarme la primera vez que me viste después de mi accidente. Así te recordaré siempre. Con la sonrisa que me dedicaste aquel día.

Tiempo habrá de preguntarnos el porqué de esta muerte, lo mismo que me he preguntado yo miles de veces el porqué de mi accidente. Pero ahora no es el momento.

Ninguna de las respuestas nos sirve para solucionar tu pérdida. Acompaño a todos los tuyos en el dolor. Y desde aquí, todo mi cariño y recuerdo para ellos.

Hasta siempre, amigo.

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