Arquitecturas para el más allá

Morirse también es una cuestión de arte. Los cementerios encierran joyas arquitectónicas que van más allá de un simple lugar de descanso de los restos del fallecido. Criptas engalanadas con ángeles neogóticos, cruces neorrománicas, sepulturas con influencias de movimientos artísticos vieneses, panteones de todo tipo. Es el caso del camposanto de Polloe, en San Sebastián, un lugar que invita no solo al recogimiento, sino también al paseo y el disfrute artístico.

Sita en el barrio de Egia, la necrópolis donostiarra fue inaugurada el 12 de agosto de 1878 tras quedarse insuficientes los antiguos cementerios de San Martín y San Bartolomé. Polloe, con más de 7.000 sepulturas y "ordenado y fácil de visitar", según quienes trabajan en él, refleja los diferentes estilos arquitectónicos de la capital guipuzcoana. "Los arquitectos del cementerio son los mismos que han construido la ciudad de los vivos. Es como San Sebastián, pero en pequeñito y recogido", explica María Ordóñez, historiadora del arte, experta en arte funerario y responsable de la elaboración de una guía artística, en proceso, con las sepulturas y puntos artísticos de interés de la necrópolis.

Polloe suma más de 7.000 sepulturas repartidas en una treintena de calles

"Es como San Sebastián, pero en pequeño y recogido", dice María Ordóñez

Miembro de la ASCE, asociación que representa a los principales cementerios europeos, Polloe cuenta con una treintena de calles y dos avenidas principales. En la zona noble, como es conocida, la más antigua, se encuentran las capillas y sepulturas más representativas no solo artísticamente, sino por las familias y las personalidades enterradas allí, como la feminista Clara Campoamor, el escritor Miguel Mihura, el pintor Ignacio Zuloaga o los hermanos Otamendi -Joaquín, arquitecto, y José María, ingeniero-, entre otros. Bajo unos árboles en el límite entre la zona más antigua y la nueva se encuentra el panteón de unos Borbones: Elena Walford Borbón y su familia. También descansan allí los humoristas Chumy Chúmez y Álvaro de Laiglesia. "San Sebastián tiene un cementerio interesante e importante. Recorro muchos desde hace 12 años, cuando empecé a estudiar el arte funerario en Polloe, y he podido comprobarlo visitando otros lugares", indica Ordóñez.

Llaman la atención muchas sepulturas, desde la pequeña capilla neorrománica de Claudio Antón de Luzuriaga, la segunda que se levantó en el cementerio, en 1879, hasta una sencilla lápida del compositor y pianista José María Usandizaga, con influencias de la Secesión vienesa. La mayoría de las sepulturas y túmulos llevan la firma de los escultores Tomás Altuna, los hijos de Marcial Aguirre y Francisco Eguren.

Ordóñez intenta además recoger información y detalles de la vida de las personas enterradas para facilitar la catalogación de la mayor parte de los enterramientos. Ello le ha llevado a indagar en los archivos municipales y en las hemerotecas ante la imposibilidad de contactar con las familias.

Lugar de paso para los vecinos de los barrios de Intxaurrondo y Egia, en el cementerio donostiarra la nota de color la ponen los panteones de familias de etnia gitana. Suponen auténticos altares kitsch con decenas de ramos de flores de plástico repartidos y muchos elementos de bronce.