Aquel crío soñador
Era un crío soñador y ambicioso. Coincidí con un jovencísimo Severiano Ballesteros cuando él comenzaba su carrera. Estuvimos dos semanas viajando juntos y compartiendo hotel. Seve era 10 años más joven que yo, pero me asombró ya entonces su capacidad de adaptación, su saber estar, cómo pese a su juventud controlaba las situaciones en el campo de golf y lo maduro que era. Seve parecía que tuviera 100 años más de los que en verdad tenía. Era un niño que soñaba con ser el mejor del mundo, con ganar los grandes, y lo decía muy convencido. Aquello me llamó mucho la atención. Se notaba en su mirada y en el tono de sus palabras que verdaderamente creía que iba a ser el número uno del mundo.
Se notaba en su mirada y en sus palabras que creía que sería el mejor
Seve tenía una personalidad única. Siendo terriblemente ambicioso, también era muy humilde y ayudaba en lo que podía. Para mí, fue un buen compañero y un bonachón. Y, sobre todo, fue en su época lo que necesitaba el golf en España y en Europa. Él rompió los moldes y defendió a unos chavales a los que nadie prestaba atención. Creo que no nos supieron aprovechar lo suficiente y eso a Seve le molestaba muchísimo. Fuera era un ídolo de masas y en España lo fácil era criticarle. Claro que él puso las cosas en su sitio.
Nadie llegó a lo que Seve consiguió y representó. Haber llegado a la cima desde tan bajo y triunfar no era lo normal. Muchos decían que solo aguantaría una semana ahí arriba, quizá un mes... Pero Seve siempre supo la magia que tenía en sus manos. Desde que coincidimos en aquellas dos semanas y él soñaba con la gloria en la habitación del hotel hasta el final de su carrera. Seve tenía el arte, la intuición, la imaginación y la capacidad para pegar el golpe distinto a todos. Cuando ganó el primer Open Británico, con 22 años, entró en otra dimensión. Era ya un símbolo mundial. Hasta cualquier exhibición en la que participaba se convertía desde entonces en un acontecimiento lleno de aficionados, sobre todo en Inglaterra. Todos querían ver al héroe, al maestro. Yo tuve la suerte, también, de conocer a aquel niño soñador.
José María Cañizares (Madrid, 1947) ganó ocho títulos como golfista profesional entre 1972 y 1990 y jugó con Ballesteros la Copa Ryder de 1989.
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