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Diferenciales diferenciados

Dentro del área euro, la profunda crisis económica y financiera internacional, que se prolonga ya tres años, ha hecho emerger en una última fase graves tensiones en los mercados de deuda soberana. La crisis griega de hace un año dio paso en noviembre pasado al cuestionamiento de la sostenibilidad de las finanzas públicas irlandesas, y al posterior acuerdo con sus socios europeos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para su rescate. Poco después, a finales de marzo, la presión sobre la deuda lusa terminó asimismo por propiciar que Portugal solicitase un programa de asistencia financiera cuyo preacuerdo acaba de conocerse precisamente esta semana. Entre tanto, todo indica que, a pesar de los paquetes de ayuda que se activaron en su momento, la deuda griega acabará reestructurándose y que los acreedores habrán de acabar aceptando alguna forma de quita.

La UME será muy distinta de lo que era; basta ver los tipos de interés que pagan los países

El desenlace es exponente, más allá de la profundidad de la crisis vivida, de la insuficiente armonización de las condiciones macroeconómicas en las que se han desenvuelto las economías componentes de la principal área monetaria única del mundo y de la deficiente articulación de los mecanismos establecidos en su momento para responder a situaciones de estrés como las vividas. Esto lo anticipaban los libros, pero no es menos cierto que la probabilidad que se le asignaba a una situación tal de estrés era tan ínfima que apenas se prestó atención a su posible materialización. En el fondo, se confiaba en que el curso del tiempo y la propia dinámica de la unión monetaria acabasen reforzando una convergencia razonable entre países.

Sean unas u otras las razones del funesto desenlace, en el que ya tres economías en la órbita de los países desarrollados han tenido que ser rescatadas, lo cierto es que la conformación de los mercados de deuda soberana de la Unión Monetaria Europea (UME) será muy distinta de lo que hemos conocido a lo largo de más de una década de su existencia. Basta observar cómo actualmente, en un contexto de moneda única, los tipos de interés ofrecidos por la deuda pública de los tres países citados se sitúan en niveles superiores a los dos dígitos, o cómo otros tres países (España, Italia y Bélgica) definen diferenciales respecto a la referencia de la deuda pública alemana de entre 100 y 200 puntos básicos.

A la luz de lo acontecido, y en ausencia de tipo de cambio y de reglas y compromisos formales suficientemente creíbles, estos diferenciales bien diferenciados entre países van a ser realmente el nuevo mecanismo disciplinador de mercado de las políticas económicas de los Gobiernos afectados. Con sectores públicos y/o privados muy apalancados, su traducción será la continuación o puesta en marcha de medidas muy drásticas de ajustes reales que mantendrán deprimida la actividad durante algún tiempo, con el riesgo potencial de que se ponga en peligro la propia capacidad de devolución de la deuda. Combinar ajustes razonables con ganancias de credibilidad será clave para salir de una espiral difícil de gestionar, en un mundo con cada vez más ejemplos de profecías autocumplidas aun cuando los fundamentos no las sugiriesen.

Daniel Manzano y Johanna Prieto son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi).

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